Quiero suicidarme desgarrando mi pecho con recuerdos.
Me entrego a la tortura de las letras que escribí en otros minutos.
Con fonemas despedazo la piel de esos momentos
donde palomas blancas llevaban el azul a las estrellas
y la ilusión chispeaba encima del veneno.
Al acercar mi vista a tu memoria
- o a la mía, da igual- a la caja de cobre
que Ariadna olvidó cerrar en mi cerebro,
se enreda el hilo de las mentiras que forjé.
Tantos días, tantos meses, tanto tiempo…
Y sesgo las venas de mis sienes
recuperando aquellos sentimientos.
No quiero pensar. No. No quiero.
No pretendo revolver cenizas
que el fuego pretende consumir hasta la muerte.
No quiero desguazar cuerpos enteros
de aserrín sin alma,
de bloques de hielo.
No puedo volver atrás sin destrozar
la planta negra de mis pies de cieno.
Las noches que vivimos, tantas noches
Tu allí y yo aquí… tu soñando y yo viendo
perder las madrugadas entre postales
de engaños y silencios.
Fui rebelde al revés.
Fui niña, celo. Romántica. Sentimental.
Infausta, ñoña.
Se acabaron por fin los icebergs
de calor interior, de frío externo
y permanente estancia en la guarida
donde se pudre, ignorado,
el desecho de tus pensamientos.
Alle Rechte an diesem Beitrag liegen beim Autoren. Der Beitrag wurde auf e-Stories.org vom Autor eingeschickt Maria Teresa Aláez García.
Veröffentlicht auf e-Stories.org am 19.02.2008.
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