Al amor que un día tuve,
que me hacía enloquecer,
aquel que ansiaba tener
y que, inútil, no entretuve,
aquel al que no retuve
ahora quiero agradecer
que me ofreciera el placer
de bajar de aquella nube
antes del anochecer.
Era tarde y había niebla
y en sus ojos de cristal
percibía por igual
a la luz y a las tinieblas.
El silencio era total,
-de vez en cuando algún grito-
y en medio del festival
yo me sentía fatal
en ese ambiente maldito.
Pensé en desaparecer,
a los dioses yo invocaba,
y una nota en su almohada
yo allí ideaba poner.
Mas cuando ya lo iba a hacer,
lista aquella enamorada,
con caricias me adornaba
consiguiendo hacerme ver
lo mucho que a mi me amaba.
Y cobarde desistí
y de nuevo yo volví,
y me dejé convencer
esclavo de aquel placer.
Pero una noche temprana
al clarear la mañana,
por fin desaparecí
saltando por la ventana
y ¡tararí que te ví!
para nunca más volver.
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 15.10.2013.
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