El Pescaoret, se le llamaba,
a la esbelta estatua de un niño
que, con ademán de pescar,
complacido se hallaba,
sobre un pedestal del estanque.
Sonriente, el zagal,
en su mano sostenía
una delgada caña de pescar,
advirtiendo que de la cual,
ningún tipo de sedal,
ni anzuelo, pendía.
Porque no era intención
del joven pescador,
causar trauma, ni dolor,
a los animalitos del estanque.
Por este singular motivo,
vivarachos peces de colores
se acercaban hasta el niño…
mostrándoles su cariño.
En justa respuesta,
El Pescaoret, solía usar,
como virtuosa batuta,
su caña de pescar;
utilizando el viento,
como melódico instrumento,
del que lograba arrancar
las más divertidas melodías.
En su contentura,
los peces,
bailaban agradecidos,
sin dejar de saltar,
el baile, que solo los peces,
saben bailar.
© R. Rodrigo - 2017
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 25.12.2017.
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