Angel Negro

Jorge Monkeyman

 


9:15 de la mañana, el sol carcomía nuestras entrañas. Mi esposa se veía sudada y tenía un mal presagio acerca de nuestro viaje. A mí me había agarrado un ataque de alergia, y me terminé mandando una píldora de pseudoefedrina para el camino. Algo me alivió.
Al llegar a Ciudad del Este, bajamos a las ferias y fuimos a comprar un par de calzoncillos y otras mierdas para el viaje. Mi madre también había venido con nosotros. En una de las compras pasó un loco con un cuchillo en la mano e intentó clavárselo, pero solo pasó cerca. El loco abría los brazos creyéndose un superhéroe y gritaba:-¡los voy a ensartar a todos, abrid paso!
El tipo se veía abatido, era rubio y tenía la cara deformada, transpiraba mucho y corría semidesnudo por las ferias. Al final no regresó. Nadie lo detenía, ni pretendían hacerlo. Era un peligroso conocido del lugar al cual todos respetaban. Después nos fuimos de ahí y mis padres se despidieron de nosotros.
Entramos a Brasil. Tomamos un bus hasta el pueblo de Itajaí. Viajamos por la noche en busca de nuevos horizontes. Al día siguiente arribamos, y allí estaba él: Jorge Monkeyman, el gran productor de eventos fílmicos y fiestas de casamiento del estado de Santa Catarina. Entonces lo fui a saludar, y él, sin muchas palabras me dijo:-ya, muchacho, deja el saludo para después, carga tus cosas en el baúl porque tengo trabajo que hacer.-Nosotros no dijimos nada y nos subimos en el asiento trasero de su coche. El tipo hablaba sin parar todo el camino. Criticaba a medio mundo, y era una puteada tras otra.
-¡Qué mierda es esto! Siempre lo peor me toca a mí. Aquí van a tener que adaptarse y trabajar, ahora vengan, acompáñenme, que tengo que hablar con mis peones.
Jorge bajó y comenzó a insultar a sus peones; unos tres negros paraguayos que habían sido traídos ilegales. La mayoría de los peones de Jorge eran hermanos o parientes de su mujer paraguaya.
Jorge caminaba idéntico al Guasón, el personaje de Batman, moviendo sus extremidades de una forma graciosa, algo apurada y siniestra. Andaba por los 55 y tal vez algo más. Llevaba unos
anteojos culo de botella con grueso marco negro, tenía el pelo blanco, canoso, labios colorados y una barriga prominente. Siempre se vestía con camisas largas, y las llevaba afuera del pantalón.
El tipo pasaba tiempo ahí insultando al personal, que lo miraba con odio, rencor, y sentimiento de inferioridad. Entonces nosotros nos fuimos a la playa a esperar que pase el tiempo. La gente era adinerada en aquél lugar. Las tías y los muchachos tenían muy buen aspecto, estaban bien alimentados, como si nunca hubiesen trabajado. Al poco rato llegó Jorge y nos recogió en su carro nuevamente. Por el camino nos hablaba de cuánta plata tenían sus conocidos. Se veía la codicia en sus ojos.
Ni bien entramos a su casa, no nos dijo nada del asunto del trabajo, solamente replicó:- Aquí tienen su pieza, es chica pero aguántensela, estoy construyendo mi casa. -Y se largó rápidamente. Entonces entramos derecho a darnos un baño, estábamos acabados, y este infeliz ni siquiera nos ayudó a descargar nuestro equipaje. Fuimos a comer unos panes que nos ofreció la mujer, y enseguida el tipejo nos advirtió:-Ahora prepárense, que nos vamos para un casamiento dentro de dos horas.-Luego de él haber dicho esto, nos tiramos a dormir, y pareció que en dos segundos se habían pasado las dos horas. Nos cambiamos rápido y ya estábamos listos para salir. Le pregunté al tipejo este qué trabajo nos daría, él nos dijo que no estaba seguro de eso, que posiblemente me enseñaría a editar videos y que mi esposa se tendría que arreglar buscando trabajo de moza en algún lugar o alguna otra mierda de estas. El tipo nunca nos daba una palabra de ánimo, ni nos decía qué mierda teníamos que hacer.
Subimos nuevamente a su carro, y nos llevó al lugar de la boda. Allí nos quedamos plantados, y aunque estábamos bien vestidos parecíamos pordioseros a comparación de la clase que tenía aquella gente. Nunca en mi vida, en ninguna otra parte del mundo había visto gente tan rica y bien arreglada. ¡Al diablo! Nosotros solo queríamos un buen trabajo y dejar de pordiosear. Entonces Jorge nos arrebató de ahí y nos llevó a otro evento. Eran aún las 19:00 cuando nos dijo junto a su equipo:-¡Ey, manga de inútiles, comamos algo rápido en aquella cafetería!
Fuimos para la cafetería infeliz y pedimos dos panes de queso con un café, luego le pregunté si habría cena en su casa, a lo que me respondió:-¡Déjame de joder!-Yo no le dije nada, pero me empecé a cabrear, me imaginaba boxeando al guasón en la primera oportunidad. Al terminar uno de los eventos nos recogió de nuevo para su casa, y en el camino se cruzó un Papá Noel gordo y colorinche que iba manejando un tren, cantando una bella canción navideña con un montón de putas arriba. Jorge Monkeyman lo atravesó y lo intentó pasar, pero Papá Noel no se corría de lugar, la calle era de él, era su navidad, su noche, su alegría. Monkeyman lo embistió otra vez:
-¡Joder, basura rodante, déjame pasar maldito Santa Claus!
Santa Claus no lo dejaba pasar, entonces Jorge le hizo la seña con el dedo y dio otra embestida con el carro, Santa Claus casi rodó hacia la banquina y así logramos pasar. Monkeyman no tenía paz en momento alguno, parecía que algo lo perturbaba. El tipo no tomaba una gota de alcohol, tampoco fumaba, se mandaba varias pastillas al día: una para la presión, otra para la tiroides y otra para los nervios. Era un huevón con todas las letras, que no vivía ni dejaba vivir.
De regreso, ya en su casa, su mujer nos sirvió unos pancitos quemados, mientras algunas moscas se subían y caminaban sosegadas por ahí y por toda la cocina. Su retrete era un asco también. Eran gente muy sucia, en especial su esposa paraguaya. Después de comer me dijo:-Boludón, te preparas para la noche que vamos a recoger todos los equipos en uno de los eventos, ¿está bien?
-No, no está bien. ¿A qué hora? Quiero saber detalles.
-¡Yo no sé nada de detalles, coño! Cuando terminen de joder me avisarán, te despertaré y vamos.
-De acuerdo.-Me tiré a dormir fusilado.
Aquellas cuatro horas de sueño pasaron volando nuevamente. A las 5 en punto apareció el huevón golpeándome la puerta del cuarto.
-¡Ariel, levántate, vamos, apúrate, que no estoy para perder el tiempo!-Entonces me levanté como pude. Me puse un pantalón y una remera, y luego fui por mis zapatillas. Pasaron unos 5 minutos
cuando el cabrón empezó con sus gritos nuevamente:-¡Vamos muchacho, que no puedo esperar más, ponte cualquier cosa!-en eso me agarró un ataque de asma. Me apliqué el inhalador y luego me fui para el retrete.
-¡Por qué demoras tanto muchacho!-me seguía gritando el hijoeputa.
-Porque se me da la gana, no puedo levantarme tan apresuradamente, supongo.
-Ya, toma algo rápido que tenemos que salir.-Entonces me tomé un café y salí andando con el tipejo. Mi esposa se quedó a dormir. Yo lo estaba esperando al lado de su carro, cuando lo escuché gritar nuevamente:-¡La puta madre que los re parió a todos! ¡Me tenían que arruinar el domingo, manga de inútiles! ¡Gato de mierda!-Yo no entendía bien lo que estaba pasando, entonces salió su hija del dormitorio y se largó a llorar diciendo que su gato había muerto. El perro de Monkeyman lo había hecho añicos. Su pobre hija lloraba y gritaba también:
-¡Papá, papá, se murió Tom!
-¡Y la re puta madre que te re mil parió a vos y a tu gato, me tenían que arruinar el día! ¡Vamos, vámonos ya, que tengo mucho trabajo que hacer, maldito gato, ojalá se mueran todos, que les caiga fuego del cielo, oh!-Jorge dio un portazo en el auto y de ahí nos fuimos a desarmar los equipos en el casamiento. Por el camino fuimos a recoger a otros dos tíos de sus peones, para que nos ayudaran. El tipo no hacía más que quejarse sobre el gato muerto. Monkeyman se comportaba como un verdadero hijo de puta, y mi odio crecía cada segundo que yo tenía que soportarlo.
Cuando llegamos al lugar tuvimos que empezar a desembalar todos los equipos de iluminación. Era bastante jodido destornillar los reflectores, y más a esa hora de la mañana. Entre que yo y los peones tratábamos de desmontar todas sus mierdas, Monkeyman se paseaba tirándose pedos por todo el lugar y dando gritos para que nos apuremos a terminar el trabajo. Sus pedos eran resonantes, y tenían el olor más podrido que uno pueda imaginarse, hijo de una gran puta. En eso pasó cerca de mí y me preguntó:-¿Tú te has tirado un pedo?
-No, ¡cabronazo!-Yo estaba que estallaba de furia y en eso tuve que ir a buscar una pinza para destornillar un par de mierdas de los reflectores. Monkeyman se acercó de nuevo y me dijo en hebreo:
-Para esto no necesitas una pinza, tienes los dedos muchacho.
-Pues que te den por el culo, porque yo a mis dedos no los voy a arruinar en esta mierda, ¿entendido?-Mi ira crecía más y más.
Jorge no dijo nada, y al poco rato cargamos todas sus mierdas en un camión y nos fuimos directo para casa.
Cuando llegué no podía dormir, estaba tenso, nervioso, jodidamente loco e iracundo, entonces encendí mi ordenador y comencé a escribir un par de relatos que tenían que ver con mi jodida vida en Israel. Luego dormí unas 2 horas y me levante a las 11 junto con mi esposa. El tipo nos escuchó y se levantó un poco más tarde que nosotros, nos miró y nos dijo:-Oh mierdas, ¿éstas son horas de levantarse?
-Pues es temprano todavía-dije yo-solemos levantarnos a las 2 o 3 de la tarde los domingos.
Entonces almorzamos comida comprada mientras las moscas seguían caminando por ahí. Me preguntaba por qué mierda a las moscas les gustaba tanto venir a la casa de este infeliz. Después de almorzar hablé con mi esposa y le dije que nos tendríamos que ir lo más pronto posible, ya que no podíamos convivir con este loco por mucho tiempo más. En eso sonó el teléfono. Jorge estaba durmiendo, entonces me levanté y fui a alcanzarle el teléfono al dormitorio, golpeé su puesta y el tipo salió en calzoncillos gritando:-¡No, la puta madre que lo parió, hijos de puta, no era para atender, dios los mate a todos!
-¡Pero qué mierda sabía yo de qué no era para atender, la gran puta, encima que te alcanzo el teléfono!-Me fui al baño a echar una cagada, y le dije a mi esposa que se levantara para ir a caminar un poco y planear nuestra huida. Se estaba por largar a llover, y otra vez el loco gritando: ¡Van a caer soretes de punta! ¡Dios los mate a todos!
Salimos a caminar por las playas de Santa Catarina, pasamos por la playa más próxima: “Playa de la alegría”, pero para nosotros era la “Playa de la tristeza” en ese momento. ¡Qué mierda habíamos
hecho para irnos a meter con un loco así! ¡Dios, en vez de matarlos a todos, ten piedad de nosotros! ¿Acaso existe la piedad?----Mierda.
Luego de caminar horas por aquella playa húmeda y nublada decidimos que nos iríamos lo más pronto posible de allí. Llegamos a la casa del guasón y le pedimos a su mujer 100 reales para poder viajar hasta donde estaba la familia de mi esposa, en Sao Paulo. Ella nos los dio, y le dijimos que saldríamos el lunes por la tarde. Todavía era domingo, y en eso llegaron una pareja de alemanes para tratar sobre un negocio con el tipo. Monkeyman era bien conocido por cambiar servicios por bienes. En esta ocasión quería que estos alemanes le amoblasen la casa a cambio de algún servicio que él les ofreciera. Mientras tanto, nosotros empacábamos nuestras mierdas para tener todo listo al día siguiente. El estado de tensión que teníamos era descomunal, y tuvimos que ingeniarnos para poder comunicarnos a través de un wi fi porque el tipo nos mantenía incomunicados dentro de su palacio.
Llegó la hora de cenar, y su esposa sacó una pizza fría, por donde por ende, se pararon dos moscas a pasear por encima, así que tomé un pedazo y comí sin hambre alguno, mi esposa hizo lo mismo. Jorge estaba en su cuarto tirado cuando exclamó: ¡Carla, la puta madre que te parió, ven acá, qué haces ahí hablando con estos holgazanes!
La esposa no le contestaba nada, supuestamente le tenía que llevar a la cama la pastilla de la presión. Pobre infelíz. La esposa lo soportaba seguramente porque cuando él muera, ella podría quedarse con todos sus bienes. Qué gente más loca. En fin, nos fuimos a dormir, yo no podía dormir esa noche, así que continué escribiendo. Nos levantamos a las 10 del otro día, con todo el equipaje armado. Monkeyman nos dijo:-Ey, pensé que se iban a interesar por ver como es el trabajo por si vienen otra vez.
-No, gracias Jorge. No vamos a volver, ni nos interesa tampoco.-contesté disgustado.
Mientras tanto, uno de sus albañiles estaba preparando una mezcla para poner unos azulejos. Entonces el guasón le gritó:
-¡Gilipollas, saca esa tabla de aquí que casi me mato!-El albañil agachó su cabeza humildemente y sacó la tabla.
Nosotros teníamos que estar en la terminal de ómnibus a eso de las 7 de la tarde para salir, pero como Monekeyman no podía llevarnos tan tarde, nos dijo que nos acercaría allí a las 4:30.
Otra vez con las valijas en mano y llevando todo ese peso, sin que nadie nos ayude, nos estábamos dirigiendo a uno de los carros del guasón, en cuanto atravesaba el lugar en donde el albañil estaba poniendo los azulejos, resbalé y di un pisotón sobre la mezcla. El guasón gritó enfurecido:-¡Maldita sea, te dije que no pises, maldición!
-¡Ya basta, la puta madre que lo parió, me caí cabronazo!-En mi interior sentía deseos de matar a ese infeliz, estuve planeando como lo golpearía cuando subiéramos al auto, la ira me poseía, era la raza humana a la que yo tanto detestaba, iba a matar a uno de ellos, pero eran peor que las cucarachas, seguro había más, aparte se reproducían fácilmente y no era suficiente con eliminar a uno, tenía que caer una bomba nuclear para destruir el universo, tal vez luego existiesen nuevas razas con formatos diferentes y de una estirpe superior. Estaba lleno de odio, me arrebaté y tiré todas mis mierdas en su coche de mala manera. El guasón no dijo nada, así saludé a sus peones paraguayos, y salimos andando por la carretera. Yo seguía enfurecido, y al parecer, Monkeyman no fue tonto y se quedó callado, con un poco de miedo durante todo el viaje.
Llegamos nuevamente a la terminal de Itajaí. Allí estábamos los dos pordioseros, miserables, tristes y amargados, pero libres del guasón.
Era una tarde del mes de diciembre, y el sol brillaba fuerte y doloroso. Sentí alivio por no ver más a este infeliz, pero no podía calmar la excitación que tenía dentro. Me compré una cerveza y le conté algunas historias a mi esposa hasta que llegó el bus.
Allí estábamos, otra vez girando en torno a la carretera.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 23.04.2013.

 
 

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