Joel Fortunato Reyes Pérez

PSICODELICA

PSICODELICA
...Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ

En las últimas sombras del tiempo, dejó de ser mortal.
Por el más allá, allá de los ojos grises, los días, los fa-
roles hormigueaban...
Largos, temblando, alegres,
dónde la muerte, muere sóla,
viviendo y caducando de
huesos líquidos perfumes, taladrando siglos y tumultos.
Un luz verde, emergió bajo el espeso espejo.
Justo al pestañar, la cítara, la música, el susurro resba-
lando por el viento,
al olor del vibrar pesado. Esferas e-
mocionadas, centelleantes, suspiros...
Hoy, por fin había dejado de nacer, burbujeantes, las
palabras no fueron necesarias.  Y la mano, eterna, tibia,
y sobre todo, cariñosa, alejó toda distancia. 
El tiempo caía por las esquinas, incómodo, perdía infi-
nitos siglos, millares derretidos
en un instante, un uni-
verso, inverso, reverso, anverso, reproduciéndose a sí,
mismo, cada segundo,
primero al último al volver lo su-
ficiente... Por ello la tarde quedó plena, la noche entera,
los anhelos tiernos misterios en
calma, cómo verduras
frescas, esmeradas y esmeraldinas.
¡Extraño aislamiento
!... Demasiado bien alargado, per-
ceptible, saturado, entre novedades antiquísimas, bur-
bujas ultravioletas se veía...
¡Absurdo!... - Pensaba -


 

¡Allá ella, acá ello, y como aquéllo, esto otro!...

En tanto oruga, se vistió de abeja en las nubes, soñando,
su gemela, y de tan distinta y diferente tejía cada una de
las sedas en los futuros días alfombrando alados campa-
narios, vibrando, silenciosos entre pestañas hilando,
hilo a lo otro cercano y lejano, cada porvenir sin pasar.
Las hojas de madera opacaban densamente con un...
¡Perfume!... Si, cómo un perfume, árido y lejano arrullo.

¡Qué cándidos aparecían aquéllas, alas anaranjadas,
almendradas, comparadas con las mortecinas flamas
del horizonte!... Los encinos, en la mañana, no eran menos
qué resplandores tiernos, qué tapizaban cautelosamente
sus raices, como palmas, plantadas en oasis invisibles

en los espejismos reverdeciendo... ¡Psicodélicamente,
comprensible, es al final su orígen desconocido sin serlo!.

Y el orígen, tal vez, de esta pequeña pero punzante preocu-
pasión qué extrañamente ronda confusa, es, la excesiva
voluntad qué a veces hay también en los humanos...
Pero... ¡Aquí!... Vestía de abeja sólo.
¡Ah!--- Pero sin duda en la mariposa después de algunas

semanas había crecido, lento, su palpitar, de verdadera
oruga en el fondo.
Risueña, su naturaleza cruzó a otra
dimensión, sin espacio,
sin tiempo...  Y de mortal vestida... ¡Tejió su eternidad!...


___Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 30.05.2012.

 
 

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