David Fernández Tamayo

DIAS DE MAYO

Cuando el inspector Terra entró en la habitación del mugroso hotel ya sabía con lo que se iba a encontrar. Una densa columna de humo de tabaco le dio la bienvenida mientras su joven y huesudo ayudante de grandes ojos verdes le ponía en situación.
 
- Parece un claro caso de suicidio, uno más. En esta ocasión el sujeto se metió en la bañera acompañado de un secador de pelo encendido. Según el forense, la muerte fue casi instantánea.
 
El inspector Terra soltó un gruñido de desaprobación mientras sus pequeños pero vivaces ojos recorrían la habitación de arriba abajo.
 
- Dime Rosado, ¿cuántos suicidios se han dado en éste último mes?.- preguntó detrás de su enorme bigote.
 
- Cuatro, señor.- respondió apresurado el diligente ayudante.
 
- Y ¿no te parece raro?
 
- Verá señor, los compañeros han buscado huellas externas en cada caso con resultados negativos, las puertas nunca estaban forzadas, tampoco les han robado nada, y cada uno de ellos tenía un cuadro depresivo importante, incluido éste, así que sólo se me ocurren dos opciones posibles, o las casualidades existen o hay un asesino en serie que es un genio
 
- Veo que lo tienes todo bien pensado muchacho.- susurró el inspector- redacta el informe y envíaselo al Jefe, yo tengo cosas que hacer.
 
Terra echó un último vistazo a la sucia habitación, dio media vuelta y salió despacio- ¡llegarás lejos Rosado, sigue así¡, fue lo último que el joven ayudante escuchó antes de perderle de vista.
 
Sin duda, el Inspector era un buen hombre, pensó, y creía que le apreciaba. Es verdad que últimamente estaba un poco raro pero su próxima jubilación es la  que le debía estar influyendo, y cuando esto ocurriera, le ascenderían a Inspector y se darían cuenta en el Cuerpo lo que realmente valía, pero mientras llegaba el momento, haría el informe y lo enviaría como le había dicho Terra. Sí, sin duda el Inspector era un buen hombre.
 
II
 
Era un día ya entrado Mayo. Un sol radiante dominaba el cielo sin nubes y el Inspector Terra se encontraba exultante, tanto que decidió entrar en una pequeña tasca y tomar una cerveza fresca.
 
Mientras saboreaba un excelente aperitivo de tortilla de patatas bañada con mayonesa, vió pasar al joven Rosado como una flecha dirección a la comisaría “llegará lejos sin duda” se dijo para sí “ es aplicado y trabajador, y aprende rápido”.
  Apuró su cerveza y pidió otra mientras encendía su tercer cigarrillo del día que le supo a gloria “Además, no todos los días me llaman genio”. No pudo evitar soltar una carcajada que asustó al gordo hostelero. Pagó su consumición y salió tranquilamente a disfrutar del día perdiéndose entre la multitud.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 03.05.2012.

 
 

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