Malthen Lutviz Cousland

Perdida casa, casa perdida

"Ya está alquilada. Sí, lo sé. Me equivoco siempre pero, qué le voy a hacer. La tercera planta de la casa del acantilado ha sido alquilada a un productor muy famoso según... él mismo. Y debe serlo, porque ha pagado la friolera cifra que le pedía como seguro, aunque no la expongo aquí para no congelar tu helada lectura, tranquilo, pronto se calentará.
Resulta que el tipo encontró mi anuncio en esa red tan global y extensa llamada internet, !Ah, qué gran invento! Y decidió contactar de inmediato conmigo, decía que encajaba a la perfección con su nuevo proyecto y que esperaba no molestarme con las grabaciones que iba a realizar allí. Ni lo pensé. ¿Cómo puede molestar contribuir al arte del cine? Así qu le corté en seco, le felicité por su trabajo (aún desconozco porqué lo hice) y le propuse de inmediato venir a mi tercera planta, ahora suya y, ahora nuevamente mía. Pues como te cuento, el tipo va y paga sin despeinarse todo lo acordado, se desabrocha su americana, extiendes su mano y sube con su única maleta a la tercera planta. Minimalista, sin duda. Yo duermo en la segunda (como dato de interés para más adelante). Resulta que el buen hombre con calva trae a su equipo de rodaje con unas actrices guapísimas y unos actores bellísimos y suben todos de pasada a la tercera planta, les pregunté con poco o nada de disimulo si podía ver la escena y el productor/director prefirió que no, que eran unas escenas algo complicadas y que requerían de mucha concentración. !Qué grandes profesionales! Así que me fui a mi segunda planta y me tumbé en la cama a leer cuando, a los pocos minutos, empecé a escuchar los chillidos ahogados de una mujer, después se tornaron gemidos colectivos de varias mujeres y un hombre de voz ronca. ¡Una completa orgía! Seguí sin prestar atención y asentí en silencio, comprobando lo grande de los actores, no sabía si fingían o no pero desde luego ellas bordaban cada acorde orgásmico. ¡Señor! ¡Puedes creértelo! Yo me sentía feliz.
Pasaron meses enteros con rodajes continuos y escenas de una exigencia extremas, ellas se dedicaban a fondo y tras la experiencia bajaban medio desnudas a mi segunda planta y me pedían, de forma muy tímida, algún refrigerio. ¡Dioses! Si le caí en gracia a una chica pelirroja que frecuentaba más mi planta que la tercera; decía que ella exclusivamente con otras mujeres. ¿Por qué me diría eso? Yo solamente le pregunté si sabía cómo un melón estaba maduro. Sí, de quél libro para hacer amigos que me prestaste. Garrafal error. Eso sí, se hecho unas risas. Después, claro, de pensar que era una proposición algo indecente. Y tal como lo cuento que al poco de entablar amistad con la pelirroja, una chica rubia y un tipo mulato, el productor/director se queda pasmado y cae redondo al suelo, sin más. Un paro.
Asi que finalmente vendí la casa de mis sueños para hacerme otra y volver a poner en alquiler la tercera planta (esta vez en el periódico) y a esperar que me depare el futuro.
 
P.D: En el sur nunca fuí tan liberal. Pero aquí perdí una casa. ¡GRACIAS! De todo corazón lo agradezco. Estaba maldita."
 
Extracto de: "Las cosas que no se perdieron"

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 26.09.2011.

 
 

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