Vicente Gómez Quiles

DESDE LA HABANA CON AMOR

¡Cuántas veces habrá que poner
la segunda mejilla, Alma mía!
¡Qué no pondremos, - tristes mortales -,
cuando se haga insensible, morada,
a golpe del capataz altivo!
 
 
Siempre creerás que te pertenezco
en las fábricas que no son tuyas,
del patrimonio de sueños rotos.
Con tus burlas y gestos obscenos,
mientras crepiten todos mis huesos.
 
 
He llorado tanto: madrugada,
frente al Malecón, - desde mi Habana -
y como ya no me quedaban lágrimas,
achiqué famélica penumbra.
 
 
Resoplo, sonriendo al extranjero
para que me diera unas monedas:
algún dólar, euro, por hacer
cualquier cosa ahora, que él me pidiera.
 
 
¿Sería tan esclava de la vida,
mientras el cuerpo me engañe, tire
ausente, vuele lejos, se pierda
incluso de elaborar los cohíbas?
 
 
Aguantaré mucha hipocresía.
El olor a tabaco en la sala
que deja anestesiado el olfato;
mordaces insultos hasta helarme
la cara roja, cualquier desprecio
grave que hagan desde mi trabajo.
 
 
Empresario sordo de esta cruel
jerarquía. Ante tus gritos, mis oídos
oirán frágil música de salsa.
 
 
He conocido tanta injusticia,
pienso no podría alzar más los ojos
y sin embargo, sigo mirándome
en haces nublados de esperanza.
 
 
Arrastrarme mientras las aladas
libertades pintan luminosos
rastros, iluminando conciencia
hendida a esta fonda sin salida.
 
 
He sacado mientras no quedaba,
desde los recuerdos más hermosos;
cuando el cielo desierto amanece
gigantescas flores salvavidas.
 
 
Volví tiritando de frío, ¡nada!
Y miré los trozos de pan duro
esparcidos por la mesa sucia.
 
 
¡Ah, cómo puedo olvidar sus negros
ojos, pequeños, que se clavaban
en mi roído y raso desaliento!
 
 
Pero saco energías como siempre
desde dentro, - desde dentro siempre -,
acuno los niños, canto nanas;
como tantas veces, mi mamá
lo hizo conmigo y con mis hermanos…
 
 
Madre que estás en los cielos; pido
que no se acostumbre la fiel rabia
a hundirme aún más en este abismo,
mientras intento hacerme más fuerte,
insensible al dolor, sufrimiento…
 
 
Averiadas brújulas, indignas
del mundo guiándonos por penurias,
que una vez quisimos ordenar
cambiándolo todo y el sabio tiempo
nos descubriría que sólo el sueño
nos devolvió libres por un rato.
 
 
 

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 30.05.2011.

 
 

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