Rubén Angel Scaramal

Los Exilios


Mario, quien puede decir la peor grosería con la misma cadencia con que recitaría un poema de Neruda, y con ese juego entre el tono y la palabra, contar un evento cotidiano como si fuese algo sobrenatural, y una historia simple como una cruzada épica, un día de visita en Argentina, estando en casa dice a mis hijos.
-Muchachos, no me vengan a hablar de su padre, porque el es mi amigo!. Cuando yo estaba en el exilio, el compartía su sándwich de huevo duro para que yo pudiera comer!!, por eso para mi la amistad tiene como símbolo, un sándwich de huevo duro partido al medio- y remato esto proponiendo un brindis.
Estas palabras y el tono en que se dijeron causaron mucha gracia, sobre todo a mi, que cuando habla de su exilio, su primer exilio, fue a pedido de su juventud, y no tuvo otro significado que irse a vivir solo a una pensión en San Telmo. Años después vendría otro por motivos mas serios.
La Real Academia  Española define emigrar como dejar o abandonar su propio país con ánimo de establecerse en otro extranjero y define inmigrar cuando el natural de un país llega a otro para establecerse en él, especialmente con idea de formar nuevas colonias o domiciliarse en las ya formadas.
Estas definiciones nos hacen recrear el estereotipo romántico del inmigrante. El de la foto con su maleta y zapatos roídos, parado junto al barco que lo trajo y mirando a lontananza.
La Real Academia Española también define el exilio como la separación de una persona de la tierra en que vive y como expatriación, generalmente por motivos políticos.
Acá es mas restringida, lo limita a la tierra en que vive y lo emparenta, como resultado generalmente relacionado a motivos políticos.
Argentina, como América toda es presentada como un país de inmigrantes. Yo digo que es mas específico, es un país de exiliados; exiliados que vienen y que van.
Salvo algunos primeros que formaron ciertas colonias y unos pocos aventureros que tenían algún ánimo de establecerse en alguna, durante buena parte de la historia, el ánimus de colonizar, no era elemento que conformara la decisión de tomar las maletas y marcharse, mas bien eran los abismos.
En toda la historia hubo exilios,.Durante los siglos XV al XIX, los naturales de América corridos primero por los conquistadores de Europa, y luego por los conquistadores criollos También en el siglo XIX grandes hombres de nuestra patria (mas o menos discutidos) murieron exiliados, San Martín, Rosas, Sarmiento, como para nombrar algunos y el siglo XX no fue la excepción. Cada gobierno tuvo sus exiliados, peronistas, radicales, conservadores y militares. Algunos por invitación otros por autodeterminación. Exiliados de fronteras afuera, y muchos pero muchos, de fronteras adentro, como los exiliados de sus trabajos, de sus oficios, de sus profesiones, de sus familias, de su arte, en definitiva exiliados de su elemento.
El exilio está en nuestros genes porque somos hijos y nietos de exiliados. Quien no tiene un antepasado español tildado de rojo?, un alemán del Volga, un sobreviviente de alguna guerra mundial, un abuelo argentino que militó en un partido político en el momento equivocado?, un aborigen?, un provinciano?
Con la última dictadura el exilio fue mas extensivo. La gente empezó a ser exiliada de sus familias, estaban en el país, pero lejos de sus afectos. Algunos por ser rechazados por su condición “de”, y otros por decisión propia para no poner en riesgo a sus seres queridos.
El exilio es exclusión y siempre hubo excluidos.
A principio de los años 80, en el país se empezaron a definir situaciones.
Apenas empezada la guerra de Malvinas, yo, recién salido del servicio militar obligatorio, había conseguido trabajo como guardia de seguridad en un banco a cien metros de la Plaza de Mayo. La empresa me había provisto de un uniforme y un revolver sin balas, y a mi compañero uno sin tambor. -Como armar a civiles alpargatudos!!-pensarían.
Yo estaba agradecido por el repudio que siempre tuve a las armas, y además porque permitió que junto a aquel compañero de guardia cuyo nombre no recuerdo, nos divirtiéramos imaginando como iba a ser nuestra intervención ante un ilícito en esas condiciones.
Después de pensar varias posibilidades llegamos a la conclusión que de producirse un asalto, nosotros debíamos tener ensayada una coreografía de tap y una rutina de chistes y monólogos para entretener a los delincuentes hasta que algún policía, pudiera intervenir.
Pero sabíamos que la policía estaba muy ocupada vigilando o intentando correr a unas “viejas locas” que todas las semanas daban vueltas enredador de la Pirámide de Mayo, pidiendo por que aparezcan  sus hijos con vida. Por lo tanto, entendíamos que nuestra perfomance debía ser muy buena, para tratar de arrancarles algún aplauso y que se les calleran las armas, o que pidieran bises hasta que llegara la autoridad, o bien que volviesen a ver el espectáculo otro día, y la federal ya advertida, los estuviese esperando para detenerlos.
La guerra se estaba librando lejos, en unas islas que apenas se veían en el mapa pero que de repente de volvieron enormes, a costa de la sangre de un montón de pibes que no pudieron sentarse nunca más en la Plaza de Mayo, ni en la mesa familiar, ni el banco de una universidad, ni en el asiento de algún tren.
Terrminada la contienda, muchos fuimos a la plaza a exigir que los trasnochados que habían llevado a tantos pibes al matadero se marcharan, pero como era de esperarse fuimos invitados a retirarnos, con gases lacrimógenos y balas de goma.
A la plaza yo iba en dos ocasiones. Al medio día a comer mi sándwich, mientras me asoleaba sentado en una banca junto a mi amigo Mario, que algunas veces por semana venía a visitarme y a la tarde cuando salía del trabajo, a hacerme unas inhalaciones de gas lacrimógeno cuando había alguna manifestación.
En esos años uno trataba de encontrarle algun sentido a las cosas o crear algo que se lo diera y los medios días y las tardes en la Plaza de Mayo, satisfacian en algo, aquella necesidad de "sentido".
Con el resultado de la aventura bélica, los militares empezaron a bajar un poco la guardia y comenzaron a hablar de elecciones, mientras que publicaban un informe explicando sus sacrificios por la patria, y los motivos y resultados de la otra guerra que habían librado contra el apátrida enemigo interno.
Por supuesto, de los vuelos de la muerte, los campos de concentración y de los hijos de las” viejas locas”, ni una palabra.
Las cosas iban cambiando, y yo en lugar de estar en una universidad, colegio secundario o fábrica, seguía uniformado de alguna manera y provisto de un “arma”, si así podría llamarse, esforzándome por no quedarme dormido ni distraerme con cuantas caderas ingresaran al banco.
Por suerte esto duro apenas seis meses.
Nuestra situación económica era paupérrima, mi dieta basada en sándwiches de huevo duro al mediodía y churrascos de hígado por la noche, me aseguraron tal cantidad de hierro que de pasar a mejor vida, seguramente mis restos antes de descomponerse iban a oxidarse cual trozo de metal abandonado a la intemperie. El régimen alimenticio de Mario era mejor, hasta que decidió irse a vivir solo, por lo que se vio en la necesidad de iniciarse en la dieta del sándwich de huevo duro, pero al cincuenta por ciento, porque era la mitad de mi sándwich de los medios días el que degustaba. Al pasar los años yo estoy mas agradecido que el, pues de esta forma impidió que el colesterol tapara definitivamente mis venas.
Así y todo, con una alimentación monótona, unas pocas monedas rechinando en los bolsillos, un presente gris y un futuro incierto; bajo el sol gaucho del otoño, no perdíamos oportunidad en intentar hacerles creer a cuanta turista brasileña, que la mejor forma de conocer Buenos Aires, era de nuestro brazo.
Los años fueron pasando, conseguí otros trabajos mas normales y Mario dejó su pensión para rentar un departamento.
Crecimos y transitamos como mejor pudimos las distintas tempestades con las que nos convidó cada gobierno, pero la democracia con mas o menos errores, funcionaba. Para los que habíamos vivido la otra época, esto era una bendición.
Pero Argentina siempre te sorprende, y en el 2001 me vi una vez mas en la Plaza de Mayo haciéndome inhalaciones de gas lacrimógeno. Mas viejo, mas pesado y en consecuencia menos ágil.
El 19 y 20 de diciembre fueron dos jornadas terribles, donde la muerte se dio un banquete, dejando en la mesa solo las migas de la desesperanza.
Algunos se  manifestaron en las calles pidiendo por sus ahorros, otros pidiendo trabajo, otros comida y otros  mas apremiados asaltaron supermercados, y en medio del maremagnum como siempre, algunos infiltrados cerrando sus negociados.
En una semana pasaron cinco presidentes, que emulaban el baile de la silla, en este caso el del sillón (de Rivadavia), y el bastón de mando hacía las veces de testimonio en una carrera de postas.
Imagínense, si aquellos que se entrenaron toda una vida para esto no sabían que hacer, que quedaba para el resto.
La cuestión que esta situación dio origen a los exilios del siglo XXI. Muchos desesperanzados, traicionados, desesperados, decidieron marcharse. Algunos como mi amigo Mario, cansado de remar en una laguna de mercurio con remos de papel, y otros como mis hijos, advertidos por los viejos remeros o sea, nosotros.
Pero Argentina es una novia, como dirían las viejas de antes “ligera de cascos”. Nos miente, nos empobrece, nos traiciona pero nos besa tan pero tan bien que siempre terminamos perdonándola. Y después de tantos años de amor y odio, terminamos a su lado brindando tan solo por los buenos tiempos.
Por eso yo recuerdo la plaza como el sexo generoso de esa mujer ligera de cascos, con la que hacía el amor asoleándome y pensando en ese inmenso mañana, y si bien me ahogó alguna vez con gas, y me hizo esconder, correr y me engaño prestando ese sexo generoso para orgías de vítores por causas injustas, también dejó yacer entre sus piernas, a los descamisados de Evita, a los obreros de Perón, a los esperanzados de Alfonsín y a las viejas locas que pedían por sus hijos.
No se la puede olvidar, no se la puede odiar y por sobre todo no se la puede culpar.
Por eso tal vez, solo recordemos las partes lindas, la de los besos y las caricias: por eso tal vez  nos mentimos a nosotros mismo respecto de su pasado, tal vez por eso mi amigo Mario, después de varias noches sentado en algún puerto en Canarias con la vista al poniente trató de ver la plaza, por eso tal vez, hoy risueñamente habla de su exilio como la vez que se fue a vivir solo a una pensión en San Telmo.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 26.10.2010.

 
 

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