Llevaba cuatro horas conduciendo. El primer ruido que escuchó en el maletero lo culpó a algún paquete que había caído. Ahora escuchaba pequeños susurros. Con la prisa (tenía que recorrer 400 km en 6 horas), no tenía tiempo de parar, pero el tema le preocupaba, paro! pensó cuando escuchó arañazos en la zona trasera, pero la curiosidad dió paso al miedo, luego al escuchar los gruñidos, el miedo se convirtió en pavor. Sudaba a mares, controlando el retrovisor con el rabillo de ojo.
Cuando los agentes llegaron al lugar del accidente, no pudieron hacer nada mas que llamar a un médico forense, el cual se extrañó de los arañazos en cara y cuello que presentaba el accidentado.
Los policías de tráfico fumaban aburridos al lado de un simpático mono de peluche que les sonreía, caído sin duda del maletero abierto junto a demás objetos.
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 04.09.2009.
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