Felicidad López Vila

EL COMANDANTE

EL COMANDANTE
(Fragmento de la novela)
Felicidad López Vila

Prologo

¿Cuántas veces han oído esta frase?: <>...
No creo que el hecho de que algo ocurra sin haberlo previsto, sea cosa del azar, la suerte o la coincidencia. Todo lo contrario. Pienso que esos hechos “aparentemente casuales”, tienen una estrecha e intima relación con el destino, y él es el causante de que se produzcan.
Que la mano del Creador está detrás de todos ellos: ––ajustando una secuencia de la vida cotidiana con la siguiente; como quien hace coincidir las piezas de un puzzle––.
Quizás el hecho de pensar que no es la mano del hombre, la que hace que ciertos acontecimientos de nuestra existencia se produzcan sin haberlos preparado, o sin causa aparente, nos hace dudar de que una fuerza poderosa los programe, y nos conduzca involuntariamente hacia caminos que por propia voluntad nunca recorreríamos y que actúan en nuestro beneficio.
A esos sucesos alternativos, que se nos ofrecen como señales en el camino de nuestro programa evolutivo, que en muchas ocasiones no entendemos y no somos capaces de controlar, los disfrazamos con el nombre de casualidad.
Pero no hagan caso de nada de lo que estoy diciendo, duden
incluso de que esta historia que les voy a contar sea rea y fruto de la casualidad.
Recuerden cuando y porqué se desencadenaron en sus vidas una serie de accidentes casuales tales como: signos de buena suerte y coincidencias. Recuerden durante esa época que fue lo que desearon, y cómo el destino propulsó sus pensamientos y los puso en movimiento…
… Porqué un trocito de la divinidad que llevamos dentro nos pertenece desde el principio de la creación.
Esa diminuta esencia hace que colaboremos continuamente con el creador, e interaccionemos con las fuerzas del universo.
Por eso somos capaces de destruir y crear, de odiar y de amar.
Y en ese continuo devenir de un lado a otro de la balanza, buscamos el equilibrio en nuestras almas; una luz al final del túnel y una nueva esperanza...
Capitulo primero
El ruido de la puerta sobresaltó a Stella, que de inmediato y a su pesar, salió absorta de sus pensamientos.
––Buenos días––dijo aquel hombre robusto e impecablemente vestido.
––Buenos días––respondió Stella––. Mientras prestaba atención hacia unos papeles que sostenía en su mano derecha.
––¿Repasando los apuntes para tu próximo examen?
––Efectivamente––contestó la muchacha––. Evitando cruzar su mirada con la de su progenitor.
A Stella se le daba mal mentir. Se protegía tanto de sus propios sentimientos, desde que su madre falleció, que difícilmente conseguía enmascarar sus emociones; aunque su padre apenas se diera cuenta de ello.
––Si no necesitas nada más de mí––dijo su padre––. Me voy al despacho, ya llego con retraso.
<>
En el mismo instante en el que el señor Power desapareció de su vista ella se sumergió de nuevo en sus pensamientos.
>> ¿Por qué su madre nunca le habló de la existencia de aquella carpeta azul?...
...Con información escrita en hebreo y sánscrito, incompresibles para ella.
Y unos símbolos impactantes, de los que desconocía totalmente su procedencia<<.
Lo que más llamó su atención fueron las fotografías de un lugar realmente paradisíaco.
Con un acompañante apuesto de cuerpo espectacular, del que no se podía distinguir el rostro, cubierto por una gorra y gafas de sol.
Y unas cartas de amor, dignas del puño de un auténtico poeta.
La curiosidad le corrompía; se hacía muchas preguntas, de las que difícilmente podría obtener alguna respuesta.
Rápidamente Stella miró su reloj, al igual que su padre, ella tampoco podía demorarse demasiado. Uno de sus últimos exámenes le estaban esperando en la universidad.
La prueba terrible había comenzado. La joven estudiante de psicología, se concentró para intentar recordar, todo lo que en días anteriores había sido capaz de memorizar:––sobre el aprendizaje y adquisición de nuevas formas de comportamiento.
<>, pensó Stella antes de ponerse a escribir.
Seguidamente, recordó literalmente lo que había estudiado, plasmándolo en el papel:
––“El aprendizaje es el eje del comportamiento y su análisis permite entrar en la génesis de la conducta, tanto humana como animal”––.
Como ejemplo de abstracción y simbolismo, citó el juego del ajedrez; fue entonces cuando recordó fugazmente los símbolos desconocidos y las anotaciones de su madre acerca del aprendizaje evolutivo, combinándolo con el comportamiento innato: ––cuyo símil casualmente, hacia referencia al juego del ajedrez––.Un juego que podía asociarse a las circunstancias reales de la vida, con su amplio universo de estrategias.
Estaba divagando demasiado, debía concentrarse en sus asuntos. El tiempo transcurría rápido y era algo que ella no podía detener. Las manecillas recorrieron las horarias segundo a segundo con su sincronicidad perfecta y el viejo pero puntual reloj de la oficina de Power, señaló el fin de la jornada.
Un sin fin de papeles, se amontonaban en la mesa del prestigioso y afamado abogado, Charles Power.
Sentada frente a él, una mujer dulce y encantadora de profunda mirada, observaba cada uno de sus movimientos. Se levantó de su mesa y se dirigió hacia él con paso firme y decidido.
––¿Cenamos juntos esta noche?––preguntó la pelirroja–– De voz agradable y ojos color miel.
––Sí, cenamos juntos––afirmó él inmediatamente––. Pasaré a recogerte.
<>, pensó con cierta melancolía.
Era un hombre de fuerte temperamento, pero con el corazón maltratado por las tristes desavenencias del destino.
Aquella mujer tan sofisticada y educada, hacía honor a su nombre. Poseía una vitalidad formidable y como solía decir Stella con cierto sarcasmo: Valerie, valía para todo.

Mientras Valerie y el señor Power degustaban una suculenta cena, la señorita Power no cesaba de dar vueltas de un lado a otro de su cama. Su cabeza era un hervidero de pensamientos, no había manera de conciliar el sueño.
En su mente de nuevo, reaparecieron las imágenes, de aquellas playas maravillosas de las fotografías. En las que supuestamente, el acompañante barbado de su madre, sería el autor romántico de las cartas. Cuyo seudónimo era <>.
<>, pensó con añoranza.
Seguía fantaseando con su anhelado descanso cuando el recuerdo de su madre se hizo presente:–– Realmente ella vivió su vida con una intensidad total. Poniendo entrega e ilusión en cada cosa que hacía.
El coraje y la constancia destacaban entre sus múltiples cualidades.
<<¡Ojalá algún día, yo también encuentre esa pasión por la vida y por mis proyectos!>>, decretó para sus adentros.
Entonces sucedió algo mágico de lo que ella no fue en absoluto consciente. Decretó su deseo con tanta fuerza, que la voluntad del destino se puso en movimiento.
<>.
Tal vez aquel hombre que mantuvo correspondencia con su madre y que le ayudó tanto en su libro, pudiera ahora despejar sus dudas.
Alguna cosa que leyó de lo que él escribió y la necesidad de saber la indujeron a querer conocerlo.
Necesitaba unas vacaciones y respuestas a preguntas que él podía responder. El lugar donde residía era totalmente de su agrado y uno de los pocos sobres en donde remitía su dirección estaba legible, así que caviló la descabellada posibilidad de ir a su encuentro.
El tiempo pasaba veloz y el proyecto inacabado de su madre le hizo volver de nuevo a la realidad, con los agobiantes exámenes finales. Debía relajarse e intentar descansar, el día siguiente iba a ser para ella agotador.
Entre un cerrar y abrir de ojos el ruidoso despertador le estaba avisando que ya era hora de ponerse en movimiento.
Dio un gran salto de la cama apartando de ella las sabanas. Con rapidez se vistió y aseo para bajar a la cocina a desayunar.
––Buenos días. ¿Has descansado bien?––le preguntó su padre––. Con una amplia sonrisa y cara de felicidad.
<<Últimamente sólo coincidimos en la casa para darnos los buenos días>>, pensó ella con una terrible frustración.
–– ¡Se te ve radiante esta mañana!––dijo con cierta suspicacia––. Mientras mojaba una tostada en el café con leche.
––Me siento fenomenal.
––¿Lo pasasteis bien anoche?––preguntó con su ironía habitual––. ¡Tienes muchas ojeras!.
––Si, cené con Valerie, fue una velada entrañable––respondió––. Sobre la información que más te interesa saber, pero que no te atreves a preguntarme... corroboró su padre con cierto nerviosismo, pero sin ningún tipo de pudor, hemos pasado la noche juntos.
Mientras contaba a su desesperada hija sus devaneos amorosos, se dispuso a coger su maletín de cuero marrón para marcharse a la oficina.
––¡Papá siéntate, por favor, no podemos seguir así; tenemos que hablar!––imperó la muchacha, en un arrebato de rabia.
Él asintió con la cabeza.
––Después del trabajo pasa a recogerme––continuó diciendo––. Ahora no es buen momento los dos tenemos prisa.
Estás demasiado nerviosa, no te alteres. Tienes un examen.
––De acuerdo papá. Quedamos a las ocho, pero por favor no me falles––dijo Stella más serena––. Mientras mojaba su segunda tostada en el café con leche, a la vez iba repasando el temario de su próximo examen: “una objetiva higiene mental…”
<< El objetivo básico a nivel personal para poder alcanzar la felicidad individual>>.
La teoría era sencilla de memorizar, pero difícil de aplicar a la vida cotidiana real: psicología, filosofía y psiquiatría uniendo sus conocimientos, para la obtención de un mejor funcionamiento a las respuestas psíquicas.
Metió en su boca el último trocito de tostada, levantándose de la silla para ponerse en marcha, como de costumbre ella y el tiempo no sincronizaban demasiado bien.
Una vez dentro del recinto universitario Stella se disponía a entrar en el aula; cuando de repente una voz muy familiar la sorprendió:
––¿Qué tal Stella?. ¿Va todo bien?––. Con un brusco movimiento de cuello, dirigió la mirada hacia aquel hombre comprensivo.
––¡Nada va bien, John!––respondió angustiada––. ¡Mi vida es un completo desastre!.
––En efecto––afirmó John con tristeza––.Y nuestra relación una montaña rusa, camino de estamparse hacia un caos total. Necesitas organizar tu vida aprender a ordenar tus prioridades––continuó––. No contestas a mis llamadas, evades mis preguntas y en las pocas ocasiones que tengo tu cuerpo a mi lado tu mente esta a kilómetros de ti.
Stella cabizbaja atendía a sus reproches.
Cogiendo suavemente sus manos le interrumpió diciendo:
––Sé que estas molesto con mi actitud de estas semanas, pero no creo que un pasillo con este trasiego, sea el lugar más apropiado para resolver nuestros problemas personales––continuó diciendo––. Tengo dos horas libres antes de empezar el examen. Salgamos de aquí.
Entrelazando sus brazos por la cintura e intercambiando miradas de complicidad caminaron lentamente hacia un parque cercano. Era una espléndida mañana primaveral y decidieron sentarse en un banco junto a una fuente.
John en alguna ocasión le había comentado que, el sonido del agua le relajaba el sistema nervioso. Dadas las circunstancias aquel lugar era el más adecuado.
<>, pensó ella.
––¿De que quieres hablarme?––le preguntó, con un tono de voz que denotaba la presión a la que estaba sometida.
John distrajo la mirada hacia el cielo observando el revolotear de unos pajarillos. Respiró hondo y, con el corazón en un puño le preguntó con miedo:
––Tu comportamiento hacia mí está siendo muy hostil. ¿Todavía estas enamorada de mí?
––Si lo estoy––afirmó con poco entusiasmo.
Un silencio sepulcral se hizo en el ambiente. John la inmovilizó con sus brazos fundiéndola contra su pecho en un abrazo apasionado.


––Sé que últimamente no has tenido las cosas nada fáciles––dijo él––. Debes ayudarme a mantener nuestro amor en pie. No puedo ser siempre yo el que este tirando de la relación, una unión es cosa de dos.
Ella asintió con la cabeza y él se disculpó por haberla puesto en tensión, horas antes de un examen. Con los ánimos más calmados, se interesó por el temario de su novia
––¿De qué va a tratar tu próximo examen?––le preguntó amablemente.
John no era la típica persona que se preocupaba por los asuntos privados de los demás, ni tampoco solía estar atento en la actualidad de sus estudios. Para evitar que tuviese que pensar demasiado, lo simplificó todo a una sola frase:
––<>.
––Sócrates, lo recuerdo vagamente de mis clases de filosofía––respondió él, ante una sorprendida Stella––. La antigua Grecia y la famosísima máxima del gran santuario de Apolo en Delfos: << Conócete a ti mismo y conocerás el universo y... >>.
––Efectivamente…, y esto me recuerda que debo volver inmediatamente a mis clases––dijo la joven––. Mañana tengo todo el día libre, prometo dedicártelo por entero.
––De acuerdo, entonces mañana nos vemos––dijo John––.¿Te apetece algo especial para cenar?.
––¡Sorpréndeme!
Continuará...

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 20.06.2008.

 
 

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