Laureano Ramirez Camacho

LA FUGA

 

LA FUGA

 

 

Dos amigos que trabajaban como oficiales de un cuerpo especial de la policía denominado “GRAES” vinieron a verme una tarde de principios mayo de 2002. El hecho de no avisar antes me contrarió bastante, pero dado que eran viejos conocidos, pasé por alto ese detalle y los recibí de forma cordial. Pedro y Paco, que eran sus nombres, habían hecho el servicio militar conmigo, y los amigos de la “mili” suelen serlo para siempre. Les estuve enseñando mi nueva casa, en un pueblo de la provincia de Alicante, costero y, en aquellos años, aún poco castigado por el turismo de masas. Pero rápidamente tuve la impresión de que el asunto que les había hecho venir a mi casa era grave, y era notoria su ansiedad por explicarme lo ocurrido y obtener mi consejo. No dilaté más la espera y, tras servirle unos refrescos y acomodarlos, les invité a relatarme lo que les había hecho venir a mi casa sin avisar una tarde de sábado.

  • Ambos trabajamos para el GRAES – comenzó diciendo Pedro, y como ya sabes es un cuerpo especial que se encarga de misiones no muy normales, podríamos decir. Solemos bordear la Ley con frecuencia, y ello porque hay casos en los que no cabe otro remedio. Pues bien, hace dos días detuvimos a un jefe paramilitar de una mafia serbia instalada en Valencia, en concreto en Quart de Poblet. Se hacían llamar “Pet Kralji” y su jefe, Goran Savovic, fue apresado por nuestros compañeros en una operación en la que hubo dos muertos y tres heridos, uno de ellos de los nuestros. Por problemas que no vienen al caso, tuvimos que encerrar al tal Goran en una celda improvisada, pero que nos pareció bastante segura. Se trataba de un sótano, al cual se accedía por una trampilla de metal, y que había sido sustituída por unos barrotes de hierro suficientes para que nadie pudiera doblarlos por fuerza.

 

 

 

 

También debo señalar que el sótano era una sola habitación de cuatro por cinco metros y que el suelo distaba tres metros, al menos, y tal vez cerca de cuatro de la trampilla. Comprobamos la solidez de las paredes, y la altura desde el suelo a la trampilla superior hacía imposible llegar a ella. En el habitáculo no había nada salvo las cuatro paredes. Dejamos allí al preso y nos retiramos a descansar bastante seguros de que no podría escapar de ninguna forma.

  • Pero escapó – dijo Lucas.
  • ¿cómo lo sabe?
  • Porque de lo contrario no estarían ustedes aquí…. ¿no?
  • Vale, vale… nos has pillado. Sí, escapó, pero de forma inexplicable. Dejó las paredes intactas, no había señales de haber trepado, la trampilla estaba sin forzar y tan solo cavó un hoyo en el suelo, que no daba a ningún sitio porque no era un túnel, sino un agujero que hizo hasta que se topó con roca y no pudo seguir cavando.
  • ¿de qué material era el suelo? – preguntó Lucas.
  • De tierra con gravilla, pero metro y medio más abajo, había un sustrato de roca dura e imposible de horadar de ninguna forma. Ah! Y no tenía ningún tipo de herramienta, porque nos aseguramos antes de encerrarlo.
  • Lo cierto es que no está allí – dijo Paco con resignación. Y nos hemos acordado de ti y de tus asombrosas deducciones cuando éramos jóvenes militares. Por eso hemos venido, antes de contarle lo sucedido a nuestros superiores.
  • ¿dónde está ese lugar? – preguntó Lucas.
  • Cerca de Valencia, en una finca apartada, aledaña a la huerta.
  • Quiero ir allí, ahora – dijo Lucas. Necesito verlo con mis propios ojos, porque tengo la impresión de que este asunto requiere un trabajo de campo in situ forzosamente.

Viajamos durante una hora y media hasta el lugar en cuestión. Llegamos a la finca y nos dirigimos al sótano del que había escapado Goran. Lucas lo miró,

 

 

 

bajó ayudado por una escalera y observó. Eran cuatro paredes, sólidas e intactas. La trampilla estaba a más de tres metros de altura, casi cuatro. El suelo era de arena, grava gruesa y piedras de pequeño tamaño y nada parecía haber sido alterado salvo el intento de túnel, que llegó hasta una sólida roca granítica, mostrando evidencias de que al llegar, el preso siguió excavando en redondo para ver si solo era una piedra o se trataba de un subsuelo completo. Era evidente que se trataba de un estrato de granito que superaba las dimensiones del sótano.

Y ahora quiero saber una cosa – dijo Lucas. ¿cómo pueden estar seguros de que no vino un cómplice, le tiró una cuerda o una escalera, lo sacó y se marcharon si ustedes estaban dormidos?

  • No podemos descartar que haya sido así. Pero ¿cómo sabía el cómplice que estábamos dormidos, viendo dos vehículos de policía en las puertas de la finca?
  • Es muy extraño, dijo Lucas, pero este caso me gusta porque demuestra mi teoría de que eliminando lo imposible, debemos hallar la solución. Y es imposible que vuele, que se evapore y que pueda traspasar paredes y rocas de granito.
  • ¿entonces? – preguntó Pedro.
  • Es obvio que salió por la trampilla, mientras ustedes dormían. Con o sin ayuda de otros, pero esa fue la salida. No hay otra – repuso Lucas con un esbozo de sonrisa y un brillo en los ojos que denotaba que ya poseía la solución y que quería impresionar a sus colegas.
  • ¿solo quieren saber cómo escapó, verdad? – preguntó Lucas. Lo del paradero ya es cosa vuestra.
  • En efecto, sabemos dónde ir a buscarle y será cuestión de tiempo que sea apresado. Hemos confiado su detención a gente de confianza que no dirá nada de la fuga. Nos preocupa que nuestros superiores se enteren de que se nos ha escapado en nuestras narices.

 

 

 

  • Pues así ha sido – dijo Lucas, y hasta es posible que les haya dado un besito en la frente al marcharse para que tuvieran dulces sueños….
  • Venga Lucas, deja de humillarnos… dinos cómo salió Goran de aquí, si es que lo sabes.
  • Lo sé. Y lo sospeché desde el primer momento. Cuando he visto el sótano, ya he confirmado mi teoría. Observad.

Lucas se puso a cavar con sus manos, y en cinco minutos hizo un hoyo de cuarenta centímetros de diámetro y medio metro de hondo.

  • Si hacemos una regla de tres simple, Goran tardó una hora y media en hacer el suyo. Ahora observen el agujero ¿Qué notan? ¿qué diferencia hay con respecto al mío salvando la profundidad y el diámetro? – preguntó Lucas a los agentes.
  • Yo no veo ninguna – dijo Paco.
  • Ni yo – respondió Pedro tocándose la barbilla.
  • Pues la hay y es la que explica la solución al misterio.

Las caras de los dos policías eran un poema. Se sentían como jumentos en apuros. Lucas se apiadó de ellos y por fin les dijo:

  • Los montones de tierra y grava. Yo he hecho varios montones, pero él solamente hizo uno. Y justo en la esquina que está bajo la trampilla. ¿no lo ven aún?
  • No…
  • Apiló la tierra y la grava para hacer un montículo y subirse a él para alcanzar la trampilla. Luego, como sabía que no había candado, metió la mano entre las rejas y sacó la barra de metal que hacía de cerrojo. Abrió y salió tranquilamente, mientras ustedes roncaban al compás de una bagatela. Así de simple.
  • Pero…pero…¿y el ruido? – balbuceó Pedro impresionado.

 

 

 

  • ¿qué ruido he hecho yo cuando le he imitado? – preguntó Lucas. Ya se lo digo yo a ustedes: tan poco que a cinco metros y con un suelo de por medio es muy difícil percatarse.
  • No escuchó hablar cuando discutíamos sobre como asegurar la trampilla sin candado. Sabía que solamente había un trozo de metal como cerrojo, y por tanto sbía que si llegaba arriba lo sacaría sin problemas – dijo Paco.
  • ¿Qué altura tenía Goran? – preguntó Lucas.
  • Cerca de los dos metros, calculo yo – repuso Pedro, era más alto que Paco y tú mides….
  • Uno noventa y siete – respondió el compañero.
  • Pues sumen, dos metros, al que debemos sumar el brazo, de unos setenta centímetros añadidos.. Haciendo un montículo de metro y poco, estaba en la trampilla, y para ello cavó lo justo. Tuvo la suerte de que la trampilla cayera en una esquina, con lo que apilar la grava era más fácil y el trabajo más eficiente. Si observan el montículo, verán que primero puso piedras de mayor tamaño, luego grava gruesa, después fina y finalmente arena. Este tipo demostró ser inteligente, al menos más que…. Bueno más que Tomás “el de Carrascales” ¿os acordáis de él? Pobrete, era medio tonto….

Así Lucas solventó el amago de insulto que había estado a punto de hacer a sus compañeros.

Ambos le agradecieron a Lucas su ayuda y le propusieron una cena, pero Lucas comenzó a bostezar y debía regresar a casa de inmediato. Así que, abrazos mediante, y promesas de celebraciones futuras, dejaron a Lucas Juan en su casa y los dos policías continuaron con su labor, reflejando sus caras la vergüenza que les había ocasionado el hecho. Al poco una llamada les comunicó que habían atrapado a Goran, y entonces suspiraron aliviados.

Mientras, en su casa, Lucas Juan y yo reíamos con la anécdota, mientras recapacitábamos sobre los placeres que a veces te regala la vida, y coincidimos en que ayudar a los amigos es uno de los mayores que existen.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 04.05.2017.

 
 

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