Luis Alberto Serrano

Gafas de sol en Baggie Beach

     Llevaban 20 años casados y no era culpa de ninguno de los dos. El hastío se había apoderado de la pareja. Ya no había ilusiones, ya no había complicidad. Iban, por la calle, juntos pero separados por dos pasos de distancia. Él por delante, ella por detrás. Era evidente el signo de indiferencia al que habían llegado, puesto que ni siquiera ellos se daban cuenta de su separación.

     Un desaliñado vendedor ambulante se paró delante de ellos y les hizo detenerse. Tuvieron que levantar sus cabezas para verle, ya que caminaban en silencio y cabizbajos. El intruso les preguntó que cuál era la razón de su distanciamiento. “No estamos distanciados”, le contestó el hombre mientras miraba sorprendido a su mujer que volvió a bajar la mirada. Tras una pausa de observación y cuando ya el hombre iba a caminar de nuevo, el vendedor le insistió: “No entiendo por qué no quieren ver que se están perdiendo el uno al otro. Sus caras, sus gestos y sus acciones les delatan. Si creen que puedo ayudarles, mañana estaré aquí a la misma hora”.

     El matrimonio siguió su camino pero, ese día, pasaron largas horas en casa analizando su estado. Coincidieron con el vendedor con que habían perdido la pasión y las ganas de compartir. Calcularon que hacía tres meses que no se besaban y llegaron a la conclusión de que se estaba muriendo el amor entre ellos sin que se dieran cuenta.

    Al día siguiente acudieron a la cita con el vendedor de gafas de sol. Le agradecieron enormemente que les obligara a tener una conversación sobre su futuro. Este les dijo: “Yo sé la solución. Cómpreme dos gafas y llévenla puestas los dos durante diez días seguidos. A lo largo de esos días aprenderán a ver la vida de otro color y cada uno deberá intentar enamorar al otro de nuevo. Al final, verán que al quitarse las gafas serán una pareja renovada y con ganas de volver a caminar de la mano y no uno delante y otro detrás”. Y así lo hicieron, le pagaron las gafas y le dejaron una buena propina.

     Cuando se iban, la mujer comentó: “Ha sido una gran suerte conocer a esta persona y doy gracias por todo lo que nos ha ayudado”. Por otro lado, el vendedor, cuando ellos se habían ido pensó: “¡¡¡Hay que ver, lo que hay que inventar para poder vender gafas hoy en día!!!”.

 

TWITTER: @luisalserrano

Este relato está basado en una fotografía de mismo título del fotógrafo sudafricano Wayne Bisset (@WayneBisset)

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 16.03.2017.

 
 

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