Joel Fortunato Reyes Pérez

SIN EXCENTRICIDAD (Experimental posmoderno)

SIN EXCENTRICIDAD
(Experimental posmoderno)

 
¡Monstruo fugaz, sin el más mínimo reparo… Espanto de mi vida,
rayo sin luz, sin el más mínimo reparo… Oh tú, el decrecimiento o desarrollo, mi primavera, agria y dulce nube,
mi alimaña feroz, fuera del esqueleto de todo mi arcángel fuerte!.
 
Y de otros que desarrollan los mitos,
 de la miel, y los suspiros entre la hojas,
 de los primeros otoños, en  un quehacer acelerado,
 gris y vaporoso, con el lenguaje inmerso en el terreno de la  última galleta plástica y, a veces, cercano a la luna del espejo en ciertas experiencias redondas y musicales.
Y sin duda, nadie escapa de soñarse, ni tiene que jugar con el lenguaje, adornarlo con otros tonos perfumados
 y colores, gestos, columnas y cristales, someterlo a variados papeles que no le corresponden seriamente.
 
 Porque se les dijo aquello que encargaron de dar
 a conocer al mundo, en el fondo de una sábana, en lo que habían visto y oído durante una estancia suave y esquiva,
 en la cual se les había colmado de atenciones, gritos y desprecios sin el más mínimo reparo…
 Una carta de metal, blanda, pegajosa de amor que a mi juicio inmortalizó a la exquisita mañana,
 puntiaguda de esa criatura más allá del cariño del pescado,  y las cenizas cuatro veces rojas,
 y azuladas milenarias. Más que interesante, que proviene del subsuelo sin el más mínimo temor al éxito excesivo y frágil…
 
 Apegado a la deplorable modernidad,
 pero, sobre todo, al ácido triunfo de la basura. De este modo, podremos ver la imagen del héroe, del gato,
del campo hecho nudos y trajes de pesadilla desolado,
solitario, venido a menos, así como el decrecimiento violeta o el desarrollo de otros olvidos cercanos de los protagonistas, escondidos en una esquina bajo el árbol.
Así que ese conjunto de versos desordenados, bípedos, entre nuevos papeles virtuales despliegan sus alas, lúbricas, llenas de viscosidad entre la cabellera y aparentemente sin relación entre sí.
 
Nadie me lo dijo, pero elegí los talones del pequeño tiburón con antenas y anteojos,
 basándome en la fábula de la carreta con zapatos. Yo toco la espalda del tiempo desvestido,
 de un reloj en la cocina hambrienta por una guitarra y, aunque a veces lo he intentado, no me planteo seriamente decorar la puerta ni fusionar ambos estilos en el parque,
 porque no veo que encaje muy bien, en la primera botella tímida que salió bajo la piel sin esperar ser vista.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 11.11.2016.

 
 

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