Álvaro Luengo

TESÓN

En la vida hay que perseverar siempre y no rendirse nunca, que mientras no nos rindamos no habremos perdido nada. En ese sentido os voy a contar una cosa que me ocurrió una vez:

Resulta que mi mujer y yo pasamos por una grave crisis de pareja hace unos años, de la que tengo que reconocer que el culpable fui yo, por mi puta manía de decir siempre la verdad, y el caso fue que llegó un día en el que la dije:

-Cariño, te tengo que confesar una cosa.

-A ver, Álvaro, que nueva tontería se te ha ocurrido hacer ahora- me dijo ella –¿Has metido algo en la lavadora que ha desteñido, verdad?

-No es eso, cariño, es algo peor. Es que tengo el corazón partío, porque además de estarlo de ti, me he enamorado de otra mujer.

-Ah, sí, ¿eh? ¿Con que esas tenemos?- me contestó -¿Y se puede saber quién es el zorrón de turno?

-Es una chica muy pizpireta que sale en un anuncio de la tele… Una que guiña el ojo muy bien… ¿Sabes la que te digo?

-¿En un anuncio de la tele?... ¿Serás idiota?- replicó, incrédula.

Y ante lo cual, malherida, me anunció que se iría de inmediato con otro, y abriendo repentinamente la puerta de nuestro armario me presentó a
Simón, un guapo chico vestido de sport que allí moraba desde hacía tiempo, según me aclaró ella.

Él se excusó cortésmente por no haber tenido ocasión de presentarse en su momento y atendía a nuestra conversación asintiendo con gesto amable ante todo lo que ella decía.

Y yo no tuve más remedio que admitir la justicia que emanaba de aquella lección, claro, y les propuse, arrepentido y cabizbajo:

-Darme tan solo cinco minutos, que voy a recoger mis cosas y me voy con vosotros. Tenéis toda la razón del mundo y esta situación no hay quién la aguante.

Ante lo cual mi mujer protestó muy airada y Simón se desmayó oportunamente, pues de aquella manera fueron los miembros del SAMUR los que procedieron a desalojarle del armario sin que yo tuviera que intervenir en aquel engorroso asunto. Y aquí paz y después gloria, que la cosa finalmente acabó en nada y seguimos comiendo perdices desde entonces.

Así que lo que os decía al principio, que no hay que rendirse nunca por muy negras que se vean las cosas, porque en la vida hay que luchar siempre, que ya lo sabemos todos, ¿o no eras tú aquél espermatozoide que tuvo que luchar a muerte contra millones de tus hermanos para poder llegar a nacer?... ¿Y ahora nos las vamos a dar de buenos?... ¡Anda ya, genocida!
 
FIN

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 25.11.2015.

 
 

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