Frank Mayhem

Un hombre necesita algo por lo que luchar.

El frio se intuía a través de la ventana. Las hojas caídas del otoño quedaban atrapadas en las corrientes de aire formando curiosos remolinos frente a la ventana, también se coló en la escena, cabalgando con el viento, una vieja bolsa de supermercado:

-Una bolsa con suerte-Pensé.

No sabía bien por qué había sentido aquella especie de envidia por una bolsa. Quizá fuese porque no tenía que esforzarse para nada, solo dejarse llevar por el destino y el viento haría el resto.

 Estaba sentado en la última mesa de la esquina más oscura del Honky Tonk blues bar. Era uno de mis bares favoritos, oscuro, viejo y todo construido a base de madera barnizada. Unas lámparas con membrana amarillenta y desgastada vigilaban la barra desde el techo, bajo ellas, se apilonaban unos cuantos borrachos cabizbajos y avergonzados de sí mismos que no parecían haberse mirado al espejo en décadas. Yo hacía tiempo que tampoco me miraba a ninguno, ya no.

Encendí un cigarrillo, di otro trago a mi whisky con hielo y volví a mirar por la ventana.

Frente al bar se encontraba el hostal Encuentros.

-Un nombre muy acertado para la ocasión-Dije mirando a los tipos de la barra.

Nadie se giró. Di otro trago y volví a mirar al hostal. Sabía que estaban allí, hasta la que hacía cinco días había sido mi novia durante seis largos años, Victoria. Y el que hasta entonces había sido mi mejor amigo, Néstor.

Victoria y yo habíamos rotos cinco días atrás, de hecho la había dejado yo. Después de haberme aguantado durante seis largos años la dejé porque ya no estaba enamorado de ella. O eso fue lo que le dije, en realidad estaba quemado de la relación. Sabía que ella me quería y que me quería mucho, me lo había demostrado durante los primero años. Aguantó mis borracheras y mis infidelidades como una autentica dama, eso fue antes que se hartara de mi y empezara su particular cruzada sexual para hacerme daño engañándome y siéndome infiel con cualquiera que se le acercase.<<No puedes crear un monstruo y luego quejarte porque arrase la ciudad>> Pensé mientras daba una profunda calada a mi cigarrillo. No la culpaba, todo había sido culpa mía.

Con el tiempo aprendí que yo había nacido para estar solo, no podía obligar indirectamente a una chica tan especial como ella a estar pegada a un despojo humano como era yo. Me alimentaba de la soledad, necesitaba estar solo y revolcarme en mi propia mierda, mi propia autocompasión. No podía ser feliz al lado de alguien que me quería tanto y que bebía los vientos por mí, era una carga demasiado pesada para mis cansadas espaldas. Y entonces fue cuando la dejé, cambié a la persona que más me quiso por mi libertad, libertad para vivir, libertad…una palabra que me llenaba la boca y me vaciaba el corazón.

Y allí estaba yo, el hombre libre, el hombre que no necesitaba mujer; borracho y desamparado mirando por la ventana de un sucio bar imaginándome lo que estaba haciendo mi novia y mi mejor amigo.

Seguramente si no fuese Néstor quien estuviera en aquella habitación tampoco sería yo el que estaría en este bar ¿Con mi mejor amigo?¿En serio? Hay cosas que duelen menos cuando no puedes ponerles cara. Si se hubiera liado con un tipo cualquiera me daría igual, porque yo también había estado con otras mujeres, pero cuando era con mi mejor amigo se convertía automáticamente en algo personal, en una traición. Yo siempre había respetado a sus amigas, y no sería porque no tuve oportunidad, pero supongo que hasta los monstruos necesitan valores para capitanear su vida.

Mire la copa de whisky, sola, abandonada en la mesa. La cargada atmosfera empezada a derretir el hielo muy rápido. A parte de la bebida y el cenicero, en la mesa también había un jarrón con rosas marchitas. Sus pétalos, que en otra vida habían sido de un color rosa intenso ahora estaban negros y arrugados, como mi corazón. Natalia, la antigua dueña del bar siempre había procurado que las rosas de todas las mesas fueran frescas, era evidente que el actual dueño no sentía la misma simpatía por la flora.

Entonces, un pétalo de los más oscuros y podridos cayó tímidamente dentro del whisky.

-Otra alma solitaria y marchita que muere ahogada en alcohol-Pensé mientras bajaba la mirada y acariciaba la empuñadura del machete que llevaba oculto debajo de la chaqueta-Mierda, un hombre necesita algo por lo que luchar.

Me acerqué a la barra y extendí un billete de diez euros al camarero para que me cobrara. Cuando fue a cogerlo le pregunte:

-¿Cuándo cree usted que un hombre se convierte en mala persona?

-Que se yo, cuando hace algo malo supongo, solo soy un simple camarero, yo no juzgo.-Respondió comprobando la autenticidad del billete.

-Se equívoca, ¿sabe?-Continúe respondiendo a la pregunta que yo mismo había hecho- Un hombre se transforma en alguien malo cuando hace lo que piensa-Finalicé mi explicación con una sonrisa fría y vacía.

-Entonces, ¿todos los hombres son buenos hasta que hacen lo que piensan? ¿Quiere decir que todos los hombres tienen pensamientos perversos?-Me preguntó extrañado.

No le escuché. Estaba mirándome los zapatos, me parecían más sucios de lo habitual, levante la cabeza y me despedí diciendo:

-¿Sabe? Yo ya era malo antes de entrar a este bar- Y me fui camino al hostal.

No había nadie en la recepción, por lo que fue fácil mirar en que habitación estaban.

Mientras subía la escalera fui pensando en que les diría cuando los tuviera delante.

Podría hablarles de amistad, de traición, de lealtad, de principios, de honestidad. Podría decirles que deberían haber tenido la delicadeza de habérmelo dicho ellos al menos, en lugar de dejar que me enterara por terceros, podía decirles que eran unos cerdos traidores. Podía tirar por un camino más diplomático y decirles que me alegraba por ellos, que ojala fueran muy felices y que se merecían, ambos, a alguien que los quisiera. Ninguno de los dos lo pasaron bien con sus anteriores relaciones, eso era verdad.

Como no se ponían de acuerdo mi corazón y mi cerebro con que decir cuando los viera, en parte debido al whisky, decidí simplemente picar a la puerta e improvisar algo.

Pique a la puerta y fue Néstor quien la abrió. Desnudo y con grandes ojos, como los de un Búho, se me quedó mirando anonadado. Victoria apareció detrás liada en una sabana.

-¿Qué haces aquí Erik?-Me preguntaron los dos al unísono.

Nos miramos los tres durante un largo rato. No me salieron las palabras. Me quedé en blanco.

Salí de mi trance y miré el estomago de Néstor. Mi mano ensangrentada estaba haciendo girar sobre sí mismo el machete hundido en su estomago. De una patada lo empujé al interior de la habitación a modo que mi arma salió también del interior de su barriga. Me acerque a Victoria. Ella lloraba y me suplicaba que no la matara, me imploraba perdón y clemencia y a su vez me gritaba que estaba loco. Quizá tenía razón y sí que lo estaba. No seré yo el que juzgue sus palabras. Me acerqué a ella y la degollé con el machete de oreja a oreja.

Dejé allí el cuchillo y me fui de nuevo al bar. Pedí otro whisky con hielo y me senté en la misma mesa, mirando por la ventana. Bebiendo y esperando que llegara la policía.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 30.12.2013.

 
 

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