Iraide Talavera Burgos

La regla básica del juego

Luis lo vio de refilón mientras se acercaba al mostrador de Baltasar, y entonces cambió la dirección de sus pasos. No podía creerlo: aquel ajedrez de madera era idéntico al de su abuelo Julián. La robustez de sus piezas blancas y negras, la textura algo rugosa de los cuadros del tablero, la estilizada forma de los peones… En su cabeza se entremezclaron trazos de las partidas que había jugado cuando era niño, y recordó la regla más básica, aquella que el abuelo Julián tantas veces le había repetido: “los reyes deben resistir, aguantar protegidos, pase lo que pase. Aunque pierdan todo su ejército”.

Ahora, treinta años más tarde, Luis encontraba aquellos reyes de madera en el local que tenía pensado alquilar a una cadena de peluquerías. Al fin y al cabo, Baltasar debía convencerse de que una tienda de antigüedades no era rentable en tiempos de crisis. Además, ya estaba a punto de jubilarse, y había disfrutado de su pasatiempo durante muchos años a un alquiler bastante bajo, mucho menor que el que ofrecían pagar los peluqueros. Absorto en sus pensamientos, Luis no se dio cuenta de que Julia, la nieta del anticuario, estaba a su lado contemplando el ajedrez; su flequillo asomaba justo por encima de la balda donde estaba expuesto el juego.

-¿Sabes jugar? -le preguntó Luis.
- Sí -respondió Julia, con voz cantarina-. El abuelo Baltasar me ha enseñado, aunque siempre pierdo. Me ha dicho que, si me esfuerzo en proteger al rey, todo lo demás irá solo.
- Tu abuelo tiene mucha razón. Eres una chica lista, seguro que aprendes rápido.
- ¡Sí! Mi abuelo dice que soy como la reina, que se mueve mucho pero sabe muy bien a dónde hay que ir. Él es el rey.
- ¿Por qué?
- Porque parece que no hace nada y casi ni se mueve, pero aguanta hasta el final de la partida.
- El rey Baltasar –contestó Luis, riendo-. ¡Qué curioso!
- No te rías –replicó Julia, algo molesta-. Es mucho mejor que ese rey. Mi abuelo es de verdad.

Luis sintió la mirada de Baltasar tras el mostrador, y al volverse comprobó que allí estaba, majestuoso, contemplando su valiente ejército de reliquias. No podía obligarle a cerrar la tienda. Era un rey.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 07.12.2012.

 
 

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