Antonio Pérez Ruiz

El caso Land

Este último caso se presentaba complicado para el capitán Artemio. Un cadáver mutilado,
encaramado en un sitio inaccesible, con el mismo patrón de conducta que otros dos asesinatos que
habían sido archivados. Y se lo habían asignado al departamento que él regentaba, un reto para el
que estaba dispuesto a dar con el asesino sea como fuere.
Llevaban ya unos días con la investigación del crimen. Artemio presentía que ese día iba a ser
especial. Y no le faltaba razón ya que aquella tarde recibió una visita de los forenses asignados al
caso. La autopsia se había realizado satisfactoriamente y le mostraron sus conclusiones. Se trataba
de un violento asesinato que había tenido lugar entre las 21 y las 21:30 horas del sábado, por tanto,
hacía ya cinco días, con extirpación y desaparición de miembros vitales, con la segura intención de
una posterior venta por la importancia de los órganos desaparecidos. El cadáver había sido
manipulado hasta colocarlo donde se encontró, posiblemente por una sola persona, dado el estrecho
espacio del que se disponía para llevarlo hasta allí, por lo que estaríamos hablando, dado el peso de
la víctima, de alguien con bastante fuerza física. Luego estaban los numerosos navajazos dados en
el rostro de la víctima, que confería al asesino una personalidad metódica, calculadora y muy
peligrosa. En esos momentos sonó el teléfono.
"Capitán, tengo infolmes."
- Hombre, Li Chan, amigo, cuenta-, responde el capitán, al tiempo que hace señas para que se vayan
del despacho los forenses.
"Señol, he seguido a un tipo muy sospechoso desde cafetelía La Mexicana, ¿la conoce?…"
- Si, joder Li Chan, ¿dónde crees que vivo, en Bilbao?. Continúa.
"Vale capitán, no se altele… Como iba diciendo lo he seguido y, cuando ha pasado pol escena del
climen, quedó milando unos segundos el sitio. Después siguió hasta calle la Estlella. Allí se metió
en casa antigua, númelo 18. Espelalé su salida pala mantenel infolmado. Es un tipo enolme,
cabellela blanca, y lleva un maletín que le pasó en cafetelía mujel muy atlactiva."
Li Chan había conocido al capitán tras una redada y este lo había fichado como su confidente
personal hablando con los de Inmigración, ya que allí tenía deudores de favores que harían que se
perdiese temporalmente su expediente. Cuando no le fuese útil podría aparecer de nuevo el
expediente perdido y continuar con su proceso de expulsión. Li, tras unos meses de residir en
España, estaba harto de vivir en Madrid, harto de sus ruidos, de sus incomodidades, de su falta de
pureza ambiental. Nada que ver con las altas montañas de Daocheng, el sistema montañoso de
Sichuan en su China natal. Allí tenía una pequeña granja y un pequeño huerto que les daban lo
suficiente para vivir, pero no vendría nada mal llevarse algunos ahorros, porque el dinero siempre es
necesario. El asunto que se traía entre manos era la ocasión propicia de poder conseguir el dinero
suficiente para retornar definitivamente.
El capitán se dirigió hacia la puerta del despacho sin cortar la llamada, e hizo señas a uno de los
oficiales que vagabundeaba por allí para que se acercara.
- Oye Li ¿qué pinta tenía esa mujer?.
"Tenía espesa cabellela negla y llevaba también falda negla ajustada."
- No te muevas de ahí, y mantenme puntualmente informado si se mueve. Enseguida mando una
patrulla.
"Pelo capitán, ¿cuándo lecibil dinelo?… Hacel mucha falta."
- Lo tendrás. Maldito oriental, solo pensáis en el vil metal. Recuerda que me debes un gran favor.
Espero tu llamada… ¡¿Se puede saber qué cojones está haciendo Navarro?!. Perdiendo el tiempo,
seguro. Deje de dar vueltas y cójase a tres hombres más a la voz de ¡ya!. Los quiero en dos coches
echando leches a la calle de la Estrella. Tenemos un sospechoso acorralado en el número 18, y van a necesitarse los cuatro para poder pescarlo, pero eso sí, no me hagan la capullada de encender las
sirenas, ni tampoco, creo que no hace falta decirlo, las luces. Quiero discreción…
- De acuerdo, capitán. Se hará como usted dice.
- Tenéis que veros con el chino, ya sabes, Li Chan. ¿Te acuerdas de él, no?
- Si, capitán.
- Bien, te felicito por tu memoria Navarro. Recuérdame que le diga a Recursos Humanos que te
suban el sueldo. Li está vigilando a un tipo extraño. Manteneos prudencialmente distantes para no
despertar sospechas. Cuando os avise de su presencia, un tipo grande de pelo blanco, id a por él. ¡Y
no quiero meteduras de pata!, ¿entendido Navarro?…
- Descuide capitán. No tendrá queja de nuestra actuación-, y Navarro abandona el despacho con mal
sabor de boca. “Con lo exigente que es este capitán seguro que tendrá reparos. En mis manos está
elegir a los mejores compañeros… Quizá Lamas, Torcuato y… López, sí, creo que con ellos
llevaremos a buen término la orden”.
“¿La inspectora Rodríguez?”, pensaba el astuto capitán. “¿Qué coño pinta en esa entrega del
maletín? y ¿quién será el tipo que lo ha hecho?. Podría tratarse de un informador suyo, de su total
confianza. Se mueve rápido, pero, ¿por qué ha sido ella, y no el informador, quien entrega la
documentación?. Es un misterio que resolveré solo. Para cuando la inspectora logre enterarse de
algo, el mérito ya habrá sido todo mio”.
- Dime, Land-, espeta la inspectora Rodríguez, respondiendo a la llamada que hace el albino.
- Señora, un chino me ha estado siguiendo, posiblemente desde la entrega de la cafetería, y ahora
está esperando en la esquina de la calle de la Estrella. No sé quién lo habrá enviado pero no quiero
correr riesgos. ¿Voy a por él?…
- Haz lo que tengas que hacer, Land. Desconozco qué tiene que ver ese chino en todo esto. De
cualquier modo ten cuidado. Y, sobre todo, que no te quiten ese maletín. Te juegas la vida en ello.
Intentaré averiguar algo de ese tipo, quien lo ha mandado, para quien trabaja...
- Tengo que dejarle, señora. Se mueve- y es entonces, cuando vigilante desde su posición, observa
como el chino se dirige hacia una calle adyacente. Baja apresuradamente las escaleras porque ha
visto la ocasión propicia para deshacerse de él. La noche ha caído y por la calle no se ve un alma.
Entretanto Li Chan reflexiona “Maldito capitán, no me fio un pelo de él. Se las ingeniará para no
soltar un céntimo, y antes que me dé cuenta me veré en un barco mercante rumbo a mi país,
viajando de mala manera.”, y atisba de nuevo la calle. “Aún sigue dentro, únicamente tengo que
esperar que llegue la patrulla. Ojalá no tarden, ya ha anochecido y se va notando frío”. Para
resguardarse un poco de la corriente que circula por la calle se dirige a un callejón desde el que
puede seguir observando el acceso al edificio. “Aquí por lo menos no hay corriente”, pensó, y tras
unos segundos, se asoma con excesivo cuidado para no ser visto.
Una mole humana se interpone entonces en su campo de visión y lo empuja hacia el interior del
vacío callejón. Li puede ver su cara, de una dureza en los rasgos nunca vista, a la vez que siente
como le tiembla el cuerpo. Se sabe perdido y antes de que pueda pronunciar palabra, el albino lo
inmoviliza y con un rápido movimiento le gira el brazo en ángulo hacia la espalda para, a
continuación, sacar su navaja y sesgarle salvajemente el cuello. Adiós para siempre montañas de
Daocheng. Adiós a su familia, a sus proyectos de futuro. Siente como la vida se le escapa cuando su
boca se le inunda irremisiblemente de sangre. Posiblemente pueda visitar las montañas desde el otro
mundo.
No ha sido visto por nadie. Land se levanta el cuello de su abrigo porque el frío se va agudizando.
Recoge el maletín del suelo, limpia el arma en la ya manchada cazadora del chino, se la guarda y
abandona el lugar rápidamente. Al salir del callejón divisa dos coches de policía cerrando el paso de
la calle. “El chino ha llamado a la policía”, y toma la dirección contraria, ocultándose de la iluminación de las farolas, y recordando las palabras de la inspectora: “no debes dejar que se
apoderen del maletín”. Con paso acelerado se aleja, no sin mirar furtivamente la reacción de la
policía, a la que observa tomar la determinación de moverse.
Navarro ha dado instrucciones de cortar la posible huida del sospechoso y pide que le acompañe el
hombre de más confianza que ha sabido elegir. Pasan por el callejón donde ha ocurrido el salvaje
crimen y Navarro echa un vistazo a su interior, detectando un cuerpo tendido. Echa a correr y
descubre con horror el sangriento asesinato que ha tenido lugar. Reconoce al chino y le dice a López
que pida rápidamente auxilio. “¿Cómo localizaremos ahora al sospechoso, si nuestro informador ha
muerto?, menudo dilema se me plantea. Tranquilo Navarro, piensa. El capitán dijo que era un
hombre grande de pelo blanco. No hay mucho con eso.”
Al terminar de franquear la calle en la que se introdujo el albino ésta desemboca en otra más
céntrica y, nada más entrar en ella, ve reflejos en la fachada de luces giratorias. “La policía, estoy
atrapado”. Piensa en una milésima de segundo en darse la vuelta, pero desiste. No hay nada que
temer. Solo se trata de un camión de recogida de basuras.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 07.11.2012.

 
 

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