¡Qué inmensa desidia - prolongada monotonía -, martiriza y nos haría claudicar definitivamente, sino la compensáramos con unas buenas dosis de imaginación! Por la autopista con un C3 color plata de empresa, hago miles de kilómetros cada semana, panzadas brutales, acumulando en tan sólo un año, 104.000 kilómetros. Recorriendo las mismas siete provincias españolas cada semana. Creo haber memorizado cada metro de carretera, cruce, rotonda, radar fijo y señal de tráfico. A veces, me acompaña la música, otras desalentadoras noticias y debates en diversas emisoras de radio. Donde casi todos los invitados discuten y nunca están conformes con la opinión de los demás. Cansado de escuchar siempre lo mismo. Observo más nítidamente, escudriñando cada detalle, como el implacable sol deslumbra anaranjado y brillante desde atrás dejando la testa oscura de Shrek sobre el asfalto. Los retrovisores son sus sobresalientes orejas y la abombada carrocería su perfecta silueta. Mientras voy perdiendo décimas de dioptrías, el astro rey se va alejando hacia la izquierda y las sombras chinescas se transforman entonces en laterales cascos enormes de motoristas,  avanzando fugaces, superpuestas desde los neumáticos, deformadas por los salva raíles pero siempre pegadas al auto. ¡Cuánto polvo queda sobre el cristal! ¡No queda agua para limpiarlo con los limpiaparabrisas! ¡Parando, llegaría tarde a mi destino! Los pinos están infestados con nidos de procesionarias. ¿Habéis visto alguna vez cómo se enfilan - una a una - esas peludas orugas? Si ahora ya bastante resignado, parase para lanzarles una enorme piedra a su paso, ¿romperían su cadena? Por lo menos, ellas cuando llegan al lugar escogido, saben que no han de cambiar de un pino lauricio a un pino piñonero. ¡Siendo tan inteligentes los seres humanos, que mal nos lo montamos de lunes a viernes!