Trémulas campanas resuenan volatineras, escapando desde la ansiedad del cuerpo. Siento volcarme con ellas, brincar por lo alto. Repicando nostálgicos atabales formando un tiovivo levantisco de oro, como un lucero inquieto al evanecerse entre brillantes lumbreras de espiral infinita. Afables luces bordean mi senda turbulenta y frenética. He notado tu mano desnuda y arrogante deslizándose por la gruesa cuerda. Desde mi escurridiza letanía, he visto a los pequeños dioses subiendo al trenecito de la playa. Reír. Soñar. Respirando agitadamente. Oírles balbucear y gritarme:
- ¡Canta otra vez, campanita!
He oído al mundo, murmurar con las olas del fondo; escuchar el susurro de sus caracolas dormidas o estrellas calcáreas. Y descansar junto a unos disparatados sueños azules, puros como perlas, vitales, sencillamente infantiles, involucrándome en sus inocentes miradas. Me he escapado por una sonrisa de mujer cuando esperaba su otro corazón de niña. He llorado inmensamente feliz al verlas abrazarse, pero por suerte nadie me ha visto...
(- ¡Porque nadie observa a una pequeña campana cuando no emite sonidos!)
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 13.10.2011.
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