Carlos Torcal

Un día de estos




            Estuvo
bien mientras duró. Al final había llegado a una conclusión. El peor enemigo
que se puede tener es uno mismo. El problema es que se había dado cuenta de ello
demasiado tarde.
            -Olvídate
de tu ascenso. No puedes decirle a la General Manager de nuestro mejor cliente
que es una “puta zorra” y que apesta a perfume.
            -Ella
me insultó en voz alta delante de todo el mundo. Se lo merecía.
            -Claro.
Te insultó porque le acababas de tirar los informes a la cara.
            -Mira,
no voy a discutir. Siempre estás del mismo lado –le dijo a su jefe. Me voy a
casa.
            Ese
día se fue a casa sin haber terminado su jornada laboral. No avisó a su mujer.
Quería darle una sorpresa. Llevaban 25 años casados y un mal día en el trabajo
no justificaba que se olvidara de sus bodas de plata. Pasó por la floristería,
aparcó el coche en el garaje y llamó al timbre.
Era raro. Hoy no
tenía Pilates. Debía estar en casa. Sin embargo no contestaba. Pensó que le
podía haber pasado algo. Ya está… ¡¡el gas!! Era muy despistada. Seguro que se
lo había vuelto a dejar abierto. Abrió rápidamente la puerta y entró en el piso.
            -Cariño,
ya estoy en casa, yujuuuu!!!! -De repente notó un agudísimo zumbido en la
cabeza. Le acababan de pegar con una llave inglesa. Cayó desplomado.
            Al
abrir los ojos notó un dolor horrible en la nuca. Se dio cuenta de que estaba desnudo
y tumbado boca abajo en la cama. Alguien le había atado de pies y manos a los
extremos. Pero no era la cabeza lo único que le dolía… Alguien le había metido
las flores por el culo. El ramo aparecía enhiesto entre sus nalgas componiendo
un cuadro grotesco. Se sentía como el pavo relleno de Navidad a punto de ser
servido. No respiraba bien, así que trató de girar su cuello hacia un lado.
            -Hombre,
si se ha despertado la bella durmiente. –Era su mujer a la que veía. Estaba de
rodillas sobre la alfombra y tenía una vela encendida en las manos. No entendía
absolutamente nada.
            -Hola,
hola !!!!! – notó una voz de hombre del otro lado. A pesar del dolor, consiguió
girar su cuello 180 º hacia el lado opuesto. También de rodillas y con una
grapadora de oficina en sus manos se encontraba su mejor amigo-. ¿Te
preguntarás que hago yo aquí? Pues verás, resulta que recientemente he
descubierto que me la pegabas con mi mujer. Mi mejor amigo, ¡¡tirándose a mi
mujer!! Y bueno, no es que se trate de un desliz precisamente. Venía sospechándolo
desde hacía tiempo. Así que contraté a un investigador privado y me trajo estas
fotos. –Se las tiró a la cara. –A tu mujer tampoco le gustaron demasiado.
            -Bueno,
verás. Eh…
 ¡¡¡¡¡¡¡¡¡AGHHHHHHHHHHH!!!!!!!!! – Su mujer le
estaba echando cera hirviendo en la base del ramo.
            -Así
cuando se enfríe se sujetaran mejor –le dijo.
            -Por
favor, perdóname. Ha sido una mala racha. Jamás volveré a hacerte daño.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡UAAAHHHHHHHHHH!!!!!!!
–Su mejor amigo le estaba grapando las fotos en la espalda.
            -Os
lo juro. Os compensaré… ¡¡¡¡Pero dejad de torturarme!!!!!
            -Ni
lo sueñes – Su esposa le golpeó de nuevo con la llave inglesa.
            Cuando
despertó seguía desnudo y atado de pies y manos pero esta vez yacía boca
arriba. Ya no había nadie en la habitación. Estaba a oscuras salvo por la ténue
luz de la vela que habían dejado sobre la mesilla al lado de un vaso de agua. Presa
del pánico, empezó a  agitar sus
extremidades para intentar zafarse de las ligaduras. Una de sus muñecas estaba
atada por una cuerda que habían dejado con una mayor holgura. “Lo habrán dejado
así para que alcance a beber del vaso”- pensó. La suficiente holgura como para  estirar su cuello hasta la vela. Con su boca
la asió por su base y se inclinó sobre su brazo derecho quemando la ligadura. No
fue lo único que quemó. Reprimió el grito para evitar ser oído. Una vez
liberado, se levantó de la cama y  abrió
el armario. Sacó el bate de béisbol.
            Era
noche cerrada. El marido cornudo y la esposa despechada estaban en la terraza
brindando con champagne por la consumación de su venganza. Ella reía mientras
él le contaba cómo había drogado a su mujer y la había enterrado viva en su
jardín dentro de una caja de almacenaje de una obra reciente. A su lado, había
dejado una linterna junto con las fotos de los encuentros sexuales que había
tenido con su amante.
            -Seguro
que, al despertar, se encontró con una sorpresa de las grandes.
            -Ya
lo creo- respondió él-. Dentro de la caja también coloqué una mini-cámara por
lo que pude disfrutar en directo de todo su llanto y sufrimiento. Sus ganas de
vivir me sobrecogieron, créeme. Se quedó sin uñas rascando desesperadamente en
el techo de la caja. Tal afán hizo que se consumiese antes de tiempo el poco
aire del que disponía. Finalmente, su corazón se colapsó sin remedio.
            -Yo
había pensado que acabáramos con el cabrón de forma más prosaica. 
            -¿A
qué te refieres?
            La
mujer señaló unas enormes tijeras de podar que había junto a una maceta.
            -Hola,
hola !!!!! – Ambos se giraron al unísono. Los dientes de él salieron volando
por los aires.
            -¡¡No,
por favor!! –Los sesos de ella se desparramaron por la terraza y empezó a
gotear sangre desde las macetas hacia la calle.
            Un
vecino que todas las noches pasaba por debajo paseando a su perro se quejó
amargamente.
            -¡¡Estoy
hasta los huevos de que todas la noches me empapen cuando riegan!! –Cogió su
móvil y llamó al 092.
 
FIN
Madrid, 3 de Abril de 2011.

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 30.07.2011.

 
 

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