Luis Manuel Gomis Quinto

Ilduara Porua, Caminante de Caminos. Capítulo 4

El Sabio de la Esfera de Verano

-Ophala parece estar retrasándose, no es muy común en ella a decir verdad.

-Ohh tranquilo buen Rhalaglingalade, disfrutad del aroma de esta pipa deslizando por vuestros conductos mientras vuestra colega aparece.

-Ya sabe que las damas debemos hacer esperar a los caballeros.

-Así es mi sabio amigo, y más siendo una de las más poderosas arcanas que pueda encontrar.

El barbudo archimago sonreía ante las observaciones de sus dos acompañantes que parecían estar totalmente acompasadas.

-Sí, sin duda debe ser así queridas.

-Mas contadnos más sobre ello por favor! Cómo se os ocurrió la idea de vuestra esfera de verano!? Es apasionante!

-Sí! Jamás lo hubiera podido imaginar! Es increíble que gracias a vuestra persona podamos estar comiendo estos dátiles en Noyvern!

Ambas mujeres adulaban al arcano con palabras amables y todo lo cálidas que este desearía. Era el tipo hombre que prefería una amena y culta conversación con las Máscaras que acariciar sus senos o beber vino hasta la saciedad.
Mientras daba una calada a las hierbas que Ágata había preparado para él en una pipa de puro roble cincelado y un exquisito tallado, el hombre asintió y tras exhalar el humo blanco de esta a su alrededor empezó a relatarles su inventiva.


-Me encontraba en una caravana por un lugar llamado la Bifurcación del Sur. Éste se trata de un camino lleno de árboles frutales y cultivos que une las ciudades de Amnagua y Púrskull, en la nación de Amn, muy al sur de donde ahora estamos queridas. El camino era algo aburrido y el resto de acompañantes ya dormían de hace rato tras una copiosa comida, por lo que me puse a observar aquellos magníficos campos que los jornaleros trabajaban con esmero y cuidado. Ordené al mozo que conducía a los caballos parar unos minutos, y tras ello bajé del carruaje, para acercarme a uno de esos árboles.

-Que bellos son los árboles frutales!

-Que gozo el verlos crecer!

De nuevo las mujeres intervinieron para denotar entusiasmo ante la narración. Amunda preparaba ahora un té especiado de Puerto Llast para el invitado, que se acariciaba la densa barba con una mano mientras se llevaba la pipa a la boca con la otra.

-Uno de los campesinos acercóse a mi, y arrancando una naranja de uno de los árboles me la tendió con una sonrisa simplona, diciéndome algo que no logré entender muy bien debido a su acento. Cogí esa naranja y le sonreí a su vez. había comprobado lo oscuras que podían ser las noches en esa región, por lo que le hice entrega de una varita y le enseñé a activar la luz que podía desprenderse de ella. Pienso que es la primera vez que el hombre tocaba un objeto mágico, pues sus ojos brillaron al ver que se la entregaba cómo los de un niño.

-Cuán generoso sois buen Rhalaglingalade.

Cogió la taza de té asintiendo complacido a Amunda mientras Ágata escuchaba su historia con una sonrisa de complicidad en sus labios y ese brillo en sus ojos que la caracterizaba.

-Pelé con mis manos esa fruta, desprendiendo la cáscara, y entonces mordí uno de los gajos con todo el placer del mundo. Fue en ese justo momento cuando pensé que sería fantástico que en las regiones frías la gente pudiera disfrutar de aquello que pertenece a las cálidas, y a partir de ahí comenzaron mis investigaciones.

-Contadnos cómo fueron querido.

-Sí, queremos escucharlo.

-En mi laboratorio, leí sobre la energía, la que estudian algunos eruditos. El calor, es energía que se intercambia, y la evocación, la rama de la magia que estudia la capacidad de provocar esos intercambios uno mismo! Yo conocía ese arte de la evocación, y fue entonces cuando comencé mis experimentos imbuyendo artefactos pequeños y haciendo crecer semillas de plantas impensables en NuncaInvierno del algodón que rellenaba estos artefactos. Tras esto, sólo tuve que conseguir varios catalizadores y diversas formas para facilitar el manejo de la evocación, además de estudiar el clima de las distintas regiones donde se plantan los vegetales que quería traer aquí, para poder crear de esta forma el habitáculo idóneo donde cultivar, mi Esfera de Verano. En ella, se aisla todo el frío que pueda haber en el exterior, se controla la humedad y la temperatura que hay en el interior y sobretodo, se da la posibilidad de traer plantas de lejanas tierras y verlas crecer aquí.

Las mujeres aplaudieron delicadamente ante la explicación.

-Y por ello brindemos, señor nuestro!

-Por cierto, donde está la Ama de las Máscaras? Me hubiera encantado conocerla, pero no pudo ser en mis anteriores visitas.

-Nuestra Dama está de viaje por asuntos personales querido, nos comunicó que manda sus más cálidos saludos a tan estimado cliente.

En ese momento Dédalo, otra de las damas de la Máscara corrió la cortinilla de terciopelo azul que cerraba la habitación donde se encontraban para sonriente en todo momento, anunciar a la esperada acompañante del arcano.

-Mi señor, la señora Khéldarston ha llegado.

Una atractiva mujer entró tras Dédalo y asintió cortesmente al arcano, a modo de saludo. Sus facciones eran bien definidas y su figura envidiable, mientras su rostro albergaba la sabiduría y el poder de una arcana consagrada del Manto de Milestrellas, sociedad arcana por excelencia en la región.

-Perdonad mi retraso querido Rhalaglingalade, unos asuntos ajenos a mi voluntad los provocaron, mas podéis estar tranquilo, ahora tenemos tiempo suficiente para charlar sobre todo lo que nos atañe.

La mujer habló con un tono cálido y agradable, en todo momento refinado para con su colega.

-Nunca es tarde si la dicha es buena Ophala.

El hombre se sonreía mientras observaba a la mujer.

-Ágata, Leire, seríais tan amables de dejarnos sólos queridas, he disfrutado mucho de vuestra compañía, pero ahora necesitamos hablar en privado.

-Oh por supuesto mi amable y sabio señor.

-Qué tomará la señora?

-Un Agua de Llast si sois tan amable. Respondió sonriente Ophala.

-Por supuesto, lo traeré en seguida. Con una sonrisa, Amunda abandonó la habitación e Ilduara sirvió la bebida a la arcana con gesto cortés y señorial.

-Les dejo hablar de lo que gusten.

Entre leves sonrisas y asentimientos corteses, Ágata abandonó la habitación y dejó a los dos ocupantes hablar tranquilamente. Al salir, acarició la mejilla de uno de los guardaespaldas que la Alianza de los Señores habían procurado al archimago para asegurar su seguridad y la persistencia de sus Esferas de Verano en la región de NuncaInvierno.

La joven se dirigió al excusado, donde con gráciles gestos se desplazó al tiempo el músico que le había enseñado a tocar la flauta. Sus labios se fundieron sin mediar palabra lejos de las miradas de los clientes de la Máscara cómo hacían cada noche que Eloir contemplaba a solas los ojos escondidos tras la máscara que ocultaba el rostro de Ágata.


Leire negó levemente mientras se sonreía apoyada al otro lado de la puerta.

-Chanthra... Ni una palabra de esto a la Dama.


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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 06.04.2011.

 
 

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