Gustavo Derawson

Las llamadas










Nunca me gustó mucho escribir
historias de parejas, mal llamadas historias de amor, sostengo que la gente que
explota ese aspecto de la vida es por que no tienen mucha vida. Muchos utilizan
el razonamiento que las relaciones amorosas son lo eterno en la historia del
hombre y no se imaginan a un Jesús Cristo sin haber tenido aunque sea una novia
en su adolescencia. Por eso nunca escribí una historia de amor, perdón de
parejas o MENA she trua o cuantos se sumen al convite. Pero algo sucedió, me di
cuenta que ella me iba a dejar. Pensando en eso, recordando algunos momentos
felices y otros no tanto, caí en la idea que el amor, si existe tal cosa, es lo
sutil. Es decir, no recuerdo exactamente donde o cuando ocurrieron las cosas,
bajo que circunstancias; sin embargo tengo marcado en mi memoria con un
cincel  algunos besos, los gestos de su
cara al besarnos, sus expresiones cuando teníamos sexo. Fácilmente puedo ver al
cerrar los ojos su cara de felicidad en alguno de nuestros primeros besos, ella
era un adolescente y yo un simple bravucón. Tengo en mi memoria el gusto de los
primeros besos, era un gusto dulzón por que ella acostumbraba, en esa época, a comer
muchas golosinas, eran besos que se sabían empezados pero que se suponía que no
terminarían jamás. Me acuerdo de las primeras veces que hicimos el amor nos
queríamos entrecruzar por horas y nunca darlo por terminado, tal vez nos
dábamos tiempo para una siesta abrazados. Bueno el comienzo es, según lo que he
leído, lo más cercano al enamoramiento que he conocido. 

Pero me di cuenta que me iba a
dejar, fue lo sutil lo que me advirtió. No me dijo que habíamos terminado o que
quería hablar conmigo u otra cosa que realmente indique que quería que la
relación acabase; eso era lo que me molestaba, no dijo nada, pero me di cuenta
que me iba a dejar y no sabía como reaccionar o que hacer. Tampoco es que
llegaba a casa y no me dirigía la palabra o que yo tenía una amante, es más,
jamás le fui infiel, aunque ella creía lo contrario. De ella nunca supe si tuvo
otra pareja al mismo tiempo que estaba conmigo, no me hubiese importado mucho,
lo que es importante que no había cosas obvias. La vida que teníamos seguía
igual, todo era exactamente como había sido hasta ahora a excepción de la frase
que por teléfono me dio la noción de que era cuestión de tiempo para que aquello
se diluya. Conociéndola, pensé, debía tener alguna buena explicación, eso me
tranquilizaba, tampoco quería hablarle sobre el tema, por que después de unos
días también pensé que podía estar equivocado. Unos días después, ella lo dejo
muy claro, me iba a dejar. Fue otra conversación por teléfono, en la cual me
estaba contando algo sobre su jefe, estaba apurada, quería cortarme ¿por qué?
jamás me había hecho una cosa así. Tampoco entendía por que no me lo decía, si
ya lo había decidido, por que prolongar el final si ya sabíamos como terminaría.
Vuelvo a repetir todo era igual que antes, pero en esas dos conversaciones ella
estaba pensando en dejarme ¿Ella era feliz? En eso días comencé a atormentarme
con esa pregunta. No hablábamos mucho sobre el tema, tampoco si yo era feliz,
pero yo lo era, me sabía feliz, en cambio no sabía si ella lo era. Advertí que
hablar del tema sería hablar por última vez y no quería que eso sucediera,
quería que la última conversación sea algo sutil, liviano, lindo y no algo
pesado.

Hoy cuando llegue a casa, cansado
de la ciudad, ella me esperó en el living con mate y biscochos, yo también
traía biscochos y siempre era yo el que preparaba el mate.

Adiós amada mía.
 

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 09.06.2010.

 
 

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