Venid. Acá. Sentémonos despacio.
Tú, aquí. Como mi amigo.
Tú aquí. Como mi amado.
No os asombréis. No ocurre nada grave.
Vamos, sentaos tranquilos.
Pasaremos la tarde.
¿Queréis tomar? Invito. Yo lo pago.
Tú quieres café sólo.
Tú quieres un cortado.
Lindo lugar. Acogedor y amable.
Las mesas son de hierro.
Ventanas con encajes.
Tranquilidad. Disfrutemos del aire.
La ciudad se pasea
muy gentil y galante.
Mirad qué luz. Qué cielo. Fascinante.
(El mar tiende un camino,
pronto vendrá a buscarme.).
¿Queréis charlar? No es una despedida.
Es querer comprender
cómo actúa la vida.
Aquí no hay ni jueces ni jurado.
Sólo tres corazones
que se miran, turbados.
Alzad el rostro. Quiero ver la mirada.
La dignidad perdida
debéis de recobrarla.
(Oigo un susurro que me entrega la brisa.
Cuando la luna llegue,
no faltes a la cita.)
Ya no es momento de justificaciones.
El mal está ya hecho,
no hay lamentaciones.
Quiero saber, si queríais ser libres,
por qué nos escogisteis
para estos días tristes.
(Una gavina me entrega la respuesta:
yo también necesito
un nido y agua fresca).
En fin, yo tengo, ahora, que marcharme.
Dadme los dos un beso.
Algo que reservarme.
(Y poco a poco, el crepúsculo llega.
Me acoge entre sus brazos,
me acerca hasta la arena.)
(Hola, mi amiga, mi alma te esperaba.
Con la brisa nocturna,
te reciben mis lágrimas).
(Adiós mi hijo. Te espero en soledad.
Recorriendo el camino
que me entregó la mar).
Alle Rechte an diesem Beitrag liegen beim Autoren. Der Beitrag wurde auf e-Stories.org vom Autor eingeschickt Maria Teresa Aláez García.
Veröffentlicht auf e-Stories.org am 06.03.2008.
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