201 202
Antes de permitir que el oro destroce los sentidos
que desconozco en mi cuerpo y de que el
bronce destilado me vuelva estatua, deseo decirte adiós.
Un adiós que repito de nuevo, una despedida que
siempre ha estado latente y que no deseo que ocurra pero que ha de establecerse
rompiendo la última liana que sostenía este delgado puente de energía y de
enlaces.
Y la melancolía y la soledad, pintor y pincel de los desvarios
me trajeron tu recuerdo sobre la marca desquiciada de la luna. Y fue ternura,
todo fue ternura. Todo se volvió seda, todo amaneció en el silencio y un
pigmento irisado llenó mi corazón. Mis manos recorrieron el deseo de una
caricia, de sentir tus pensamientos latir sobre la piel, de dejar que tus
cabellos tuvieran un apoyo, de cerrar la puerta a los jardines y abrir las
ventanas a los vientos del cariño, de abrir la jaula solamente a un roce y dejar
que la electricidad fluya grandemente por un punto electrónico de contacto. El
magma magnético lleno el mundo de ambrosías, los problemas tuvieron solución,
las horas dejaron de correr y el espacio guardó en una rosa el pequeño e
invisible tacto que surgió, sólo el deseo de un roce liviano, casi
imperceptible, sólo el intento de acercar dos mundos sumergidos en esferas
contrarias. Sólo eso.
Se rompió. A veces viene solo pero se rompe. No hay
modo ya de unir esa liana; ya ambos caminamos al borde del abismo. Pero yo me
entrego a mi fronda. No hay ya nada que hacer
Vi dibujar al corazón las estructuras de un nuevo universo
donde tu piel era todo lo necesario. Me vi desaparecer entre los poros que irradiaban
suavidad, luz, descanso, paz, amabilidad, un cenáculo de dones inigualable, de
colores, inmenso, un cenador secreto que yo sólo disfrutaba con un punto de
tacto desconocido. Un roce imaginario, un doblar la cabeza, un dejarse llevar
por la invisibilidad del aire que separa ambas pieles, una protección en quien
permite el reposo de la conciencia. Todos los enamorados vibraron con el
estremecimiento de una piel que no llegó a tomar contacto, todos sintieron una
congoja liviana y tranquila en su pecho y una feliz sucesión de sentimientos
porque sólo llegó a ser una pequeña coincidencia entre dos electrones que
volvieron a desencadenar un universo sin anclajes.
La cebada no rompe. La malta no pesa. La reina de
ajedrez deja a las arañas ocultar su juego. Da paso a su contraria, le da igual
que no se juegue mientras su peón no determine moverse. Es una reina
caritativa, se preocupa por nadie puesto que sabe que hasta él tiene un lugar
importante en el juego.
No sé por dónde vuelan mis palabras, mis letras, mis
deseos pero me da igual a quién lleguen. Algo llevarán, algo harán, algo que
espero que equilibre en pro de ese amago de un encuentro que llevó a provocar
un caos y un universo.
Ahora si. Adiós. Y suerte.
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Desde mi abismo donde escuché el vacío de una existencia, el reprimir de un
golpe, el mutismo del grito, sentí un impulso golpear mi cráneo y una
existencia que reclamaba no perderse en el olvido de los puentes, caer al fondo
de lo que nunca hubo y lo que nunca fue.
Pedí a mi guardián permiso para poder moverme en su
derredor. Como siempre, permaneció impasible, cimitarra en mano, camisa blanca
en movimiento sin aire alguno que impulsara el detalle de su dibujo, que
hiciera vacilar su textura, que provocara oleajes de hilos y de fibras. Tan
sólo el pensamiento interior, el agua de su sufrimiento, el fuego de su agonía
detallaban algo de existencia en aquel ser desconocido para mi y que en
realidad debía su permanecer allí a un recurso de mi mente que necesitaba no
sentirse sola.
No pude, no quería resistirme a aquel padecer sin
fin, no quise dar pie a que la imposibilidad del no ser justificara el acabar
de un tajo con tanto esfuerzo y tomarlo como inútil.
Alcé mi mano. Extendí la palma Deseé y soplé.
No quiero dejar de correr, no quiero. No deseo mirar
atrás porque sé que es doloroso pero el pecho no deja de quejarse, de gritar,
de recordar en amarillos alaridos y en gritos de bermellón que quebré mis
espejos con mis gritos y me rompí las venas con mis lágrimas
Y sigo corriendo, cada vez a mayor velocidad.
Pretendo volar, sólo volar. Acercarme al abismo y tirarme sin un paracaídas,
sin una protección pero dejar que mi alma descanse por fin, se desprenda de mis
necesidades.
Me partiste en dos y no volviste. Me dejaste tirada,
anulada, derrumbada, víctima de mí misma que es el peor ataque que puede
recibir una persona, el hacerse daño con sus expectativas.
Caminando, me volví cemento, asfalto, gris, Fui
fundiéndome con la carretera y el camino, con las paredes que rozaba a través del aire destrozado, fui tomando
conciencia corporal de mi entorno y mi paso se fue haciendo más pesado, más
conforme, más sosegado. Fui muriendo, fui convirtiéndome en piedra, granito, en
bloque deforme y descuidado, en oquedad cegada por espejos, en puente truncado
en sus riberas que no en su centro. Fui dándome cuenta de que me daba igual ser
pisoteada. Me daba lo mismo ser ensuciada, maltratada, desposeída,
desprestigiada, insultada. No era mi problema, no era el quid más importante de
mi existencia. Ni la misma existencia era motivo para poder ser.
Los gorriones se perfilaron en mis aurículas. Sus
extremidades arañaron y se clavaron en la suavidad y ternura de la pared cardiaca
y picotearon en las sendas que descubrieron sobre mi parque de materia gris.
Intentaron abrir nuevos caminos pero no profundizar. Da miedo entrar en las
alcantarillas de nuestra inmensidad interior. Se limitaron a abrir un pequeño y
limpio camino.
Me consta que de cuando en cuando es necesario
limpiar los pozos ciegos Y una de dos, o se canalizan o se ciegan para siempre
si no tienen nada que sacar en claro de dentro: sea una corriente subterránea,
sea mineral en bruto. Me alegraré de repararlo e introducir en él materia o mejor, darle
apertura, investigar o permitir que lo externo entre pero no que lo haga lugar
de residencia.
Y mientras tanto volver la cabeza y seguir, con mi mirada rebelde y contraria, el manar de los tiempos y el discurso de lo que no será ahora pero existió y busca su oportunidad, latente, en otros papeles o en otros desconciertos.
Pernelle. (Mayte Alaez)
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 27.02.2008.
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