Joel Fortunato Reyes Pérez

CONSEJO AL ORTEJO

CONSEJO AL ORTEJO
(Experimental)


Vivan tal para cual. Y la cal sin miedo,
ya nada más de prisa. Por eso, el buque,
ya no razona como tiburón y ballena.
Y solo parece inoportuno el fantasma
al asma escondiendo invisible.
Y si por error acierta. Eso ya es otra cosa,
lamentablemente falsa, un poco más.


Las reglas y protocolos ignoran al trigo,
al ser indiscreto con el arroz,
y la sopa caliente, con el sombrero,
en la sombra de la noche, los lentes
más obscuros hacen, todas las noches.
Igualmente en la caverna, una cara vana
una reunión crepita crótalos en criptas.

La ciudad donde está, sabe, a viento
en la arena en el muerto de risa,
del pescado pescador de anzuelos,
y las cosas torcidas parecen buenas
al ácido nucléico helicoidando y dándole
en la cama una cana al aire, aire y calor,
desempleas manualidades al volante,
ya manejan en el lago submarino…

Y nada pasa. Nada sin zapatos. Nada nada.
Es tan natural tan hábil tan suave.
Habla con el retrato y sonríe al lápiz.
Vuelve y desenvuelve al regalo galgo.
Y todo tan natural y digital. Ni duda el dedo.
En tanto la fuente salte y no muera.
Como mueren las mañanas y no muera,
como viven las noches y no viven,
como viven cada cual por su rumbo.

Pues, ha nacido, solo un poco menos,
al ver la pluma vestida de paloma.
Y al grillo de alacrán con muletas,
Y al perro bañándose con gatos,
Y la gallina engallada con gestos.
Gastando cuando no tiene pena
que pene y pene el dolor volando
cuando crece al pararse en cada esquina,
el algodón en el parque, y nadie pasa.

No posa, ni bajo el pozo, al esposo
con la espalda antes de ser topo.
Ya topa, ya tapa cuando solo se destapa.
Si, si, por eso, la tinta seca cada pluma.
Y el viejo lápiz se arrastra por las pantallas.
Déjame al partir el pastel, morir menos,
aunque haya más velas en los barcos…
Y la tierra implante plátanos plácida,
siendo como siempre ha sido la montaña
que montan los años y entran aclimatándose
al volcán que lava y lava con la saliva
como planta el pié cada rodilla
en ese jardín
en ese jarrón
digital incomprendido.

¡Óyeme ortejo, si así lo deseas!.

*****

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 16.08.2019.

 
 

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