Brandon Balderas Rocha

Cuarto día: Miedo y confrontación

Entre más tiempo pasábamos juntos más inevitable era la mutua atracción
y entre más nos atraíamos, más te mostrabas vulnerable como diciendo “tómame”.
más de una vez pude haber sido tachado de tonto por no tomar las oportunidades,
por no sostenerte en mis brazos, aunque lo pidieras,
por no besarte aunque me lo permitieras.

Sin embargo no lo hice primero porque no era indispensable (como lo es ahora para mí),
segundo porque tenía miedo al ser yo un inexperto
y tercero, porque por más mía que te sintieras, no lo eras.

Llego nuestro día, el de los enamorados,
estuvimos sin más compañía que la de una flor de azahar y un par de chocolates.
Yo estaba resignado a pasar mi día por mi cuenta, como siempre.
Yo estaba en la cúspide de la negación… y luego llegaste tú.
Llegaste tú anónimamente proclamando lo que sabíamos, pero no podíamos decir.
Llegaste tú sin poder callarte un segundo más un sentimiento compartido entre vientos.
Llegaste tú a despertarme con una sonrisa entre frases tan tuyas y yo… yo no sabía qué hacer.

Pasé dos semanas enteras con el dilema más grande en mi historia.
La limerencia me guiaba a ti, a recibirte y entregarme…
A irme de boca y que mejor que hacia la tuya.
El sentido común y el miedo aconsejaban huir de tantas maneras.
Un amigo me dijo aprovechara la situación,
otro más me no hiciera más de un cariño prohibido.
Lo que ninguno sabía es que yo… ya te echaba de menos.
Y fue entonces que el amor me dijo: Habla.
Y eso hice. Con todo el miedo del mundo, eso hice.

Te rechacé y no te gustó.
Te rechacé sabiendo que posiblemente firmaba mi condena de muerte.
Mientras lo hacía, unos minutos antes y varios días después
estuve siempre presenciando a mis viudas planchando sus trajes.
Dándole retoques finales a mi ataúd, diciendo mi adiós a un futuro tan felizmente incierto.
Te rechacé porque era lo correcto, era necesario, te rechacé como acto de amor.
Te rechacé pero entre letras y con ellas te susurré un “te quiero” disfrazado de “me atraes”.
Te rechacé cuando lo único que quería era mostrarte que la puerta la habías abierto hacia tanto tiempo.

Te rechacé y sequé tus lágrimas,
te rechacé y te acosté sobre mi pecho.
Te rechacé pero te ofrecí una esperanza,
y en esa esperanza estaba toda mi vida.
En esa esperanza con armadura de riesgo
estaba escrito un “atrévete”.
Un “Da el primer paso amor, da el primer paso y yo…
yo hago el camino.”

Y lo hicimos...

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 27.03.2018.

 
 

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