Joel Fortunato Reyes Pérez

ATICISMO DESEMPAQUETADO

ATICISMO DESEMPAQUETADO

De la misma manera que un día, un mes, 
el último, al caer una cortina de la noche,
 y conociendo ya el sabor de sus dichosos ojos, 
me equivoqué en la ventana, 
 asi mismo, entre los cojines,
ya para siempre dulces por la última vez. 

Sobre su piel seda, la pátina del tiempo, consuela plácido y
difumina los ópalos blandos y dormidos,
prolongando los oros almendrados en su hondura.

En las columnas dóricas, restauran césped,  y se apoyan,
robando  sus alas jovenes las policromías,
para fraguar, acero, rebaño y lana de azahares en el aire.
Con encajes de luz, y flechas de caza hieren las sombras,
y al  perfume lejano  de los incensarios,
tejen guirnaldas asustadas  por las rosas de humo.
 
El aire está sentado en la silla,  apto y arisco, 
ahora cómodo, tranquilo, recordando y cruzando
las piernas péndulas sin gracia. Mas a él no lo busco,
 con los labios, ni  la lengua indescifrable y los dientes,
 en la madrugada del origen, con los que velamos,
 sobre nuestros  sembradíos y nombres, más allá de esa fuente,
 con la boca asustada, dormida en su ayer y por todos olvidada.

 Persigo una mirada algo más arriba del destino y  del espaldar. 
 Ya cerca, muy cerca de mi rodilla izquierda sin anhelo.

No me atrevo en la calma, triste,  a aproximarme. 
Límites difusos también, agujas en consecuencia,
 dentro del pecho,
de lo que amo del pasado,
y de lo que nunca podré iluminar con amar, sólo.  
Detesto palpar, la mirada, en el alegre reloj de  la ausencia. 
En tanto, la silla permanece inmóvil , encendida como mi aliento. 

 Afuera la tarde corría como una parte
visible de mí mismo, sin frescura, fecunda en la sequía,
en el pecho febril como un sueño palpable. 
 Y entre aquello y lo de allá, un gato, ni entusiasta ni sosegado, 
trato de que  me enseñe las uñas y el itinerario de mi angustia,
 gris, ácida  y acabo por convencerme que no es natural ni rebelde…

Tanta ola no arregló nada del cementerio y hay dos lamentos largos,
 que buscan salir sin mi presencia. 
Será muy puntual.  
Arcano, sensitivo y dócil, siempre lo ha sido.

Usted perdonará si estoy muy callado, 
me entretengo ligeramente
y acaricio estos pequeños libros con ternura.
Comprenda usted. En el cordero de agua pura. 
 ¡Son tantas las horas juntas!.
Que así, partir, tan fríamente, es imposible, 
y no me parece bien. 
Se quedarían  solos…
 Ni la encina ni el ceibo son capaces de hacerlo,
 tampoco entregarme, sacrificando una imparcial alternativa. 

Tantas y tantas veces,
en este mundo irreal,  el símbolo agresivo,
 es prisionero y rehén,
con la esperanza perdida.  
Hoy veo el contorno, oculto y con un olor  vivísimo. 
Se me quedó, en la piel y en una mano,
 en el bolsillo que he dejado.
¡En el último paquete!.


 

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 09.08.2017.

 
 

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