Una vez más, el profesor había dormido a pierna suelta y cuando el despertador señaló el comienzo del día, se levantó a duras penas. La casa estaba patas arriba, no tenía café ni ropa limpia. Sus únicos vaqueros limpios estaban tendidos en la terraza, pero cuando iba a recogerlos se le cayeron a la terraza del piso de abajo. Se armó de valentía y bajó rápidamente. Tocó el timbre y una mujer guapa y joven abrió la puerta. Ella lo miró a los ojos con curiosidad y él se quedó con la boca abierta, olvidando por qué estaba allí.
-Drepone, mis terrazas están en sus vaqueros ¯le dijo cuando finalmente decidió hablar.
-No hablar spañol ¯le contestó la mujer.
Entonces el profesor decidió usar gestos. Señaló las piernas, la cadera y el interior de su casa, pero ella lo malinterpretó, él la sacó de quicio y le cerró con fuerza la puerta gritando algo, quizás lo mandara a freír espárragos.
Estaba hasta la coronilla, subió la escalera pero se dio cuenta de que no tenía llaves, ni móvil y además llevaba el pijama. Seguro que había metido la pata.
[…]
El profesor entró en el aula sonriendo, como si tal cosa, en pijama.
-Buenos días. Hoy aprenderemos a sentirnos cómodos en nuestro trabajo…
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 26.04.2017.
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