El día de su muerte yo estuve trabajando en la oficina. Él había estado enfermo durante mucho tiempo. Pero nada señalaba que aquel día sería el día de su muerte. Cuando regresé de la oficina, fui a descansar un poco, porque sentía un extraño cansancio. Y luego, mi tía me llamó. Me dijo que el tío no se encontraba bien. No me dijo nada más. No tenía que decirme nada más. Cuando vi su figura sobre la cama, entendí que eso era el final, un final irreparable. Lo arreglé con la ropa que él mismito me había enseñado. Lo besé y lo dejé descansar en paz. No lloré porque se dice que cuando los vivos lloran los muertos no pueden reposar.
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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 07.10.2015.
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