Sergio Lubel

La muerte enamorada...de mi

 

Cuatro guerras y una dictadura.

Pero salvo el haber quedado más o menos de la cabeza sigo – Físicamente – en una sola pieza.

La Muerte es mujer,  o por lo menos su espíritu es femenino:

“…Doncella de rostro color de luna
y ojos color de noche,
de la vida  eres el broche,
el final de la función;

Coqueta por ser mujer
atrapas a quién te teme y
suspiras por quien te ignora…”

No recuerdo el resto, lo escribí hace muchos años y el original quedó en alguna duna de Irak,  cuando era parte de la fuerza multinacional que terminó con el reinado de Saddam Hussein.

Esa tarde papá había venido a casa de visita anunciando su llegada con el consabido:
- Sos un desordenado….- 
Después de lo cual procedía a imponer su propio orden.
Siempre tuvo derecho de veto – o por lo menos siempre pensó que era así…
Por supuesto, luego del huracán de orden era imposible encontrar nada en “Su lugar”, que era “mi lugar”.

En fin, de repente dejé de sentir ruidos en el living donde él se encontraba…Los viejos soldados como yo tenemos una especie de “Sexto sentido” y a veces podemos percibir peligro aún sin verlo.

Cubrí la distancia que nos separaba rompiendo el récord olímpico de velocidad casera.
Allí estaba, en el piso: Totalmente laxo, pupilas dilatadas que no respondían a la luz, pulso y respiración inexistentes y el siniestro lago de orina…

Nos enseñaron Reanimación Cardiopulmonar en el ejército y  legal o no legal, hice lo que pude….Y - entre palabrotas y  juramentos – le grité a la Muerte que lo dejara en Paz…. Y volvió.
Cuando vi los ojos alineados mirándome, me puse a llorar como un chico…No era la primera vez  que le hacía RCP a alguien, pero cuando es tu papa….la cosa cambia….

Pasaron muchos años desde ese incidente, estábamos mis hermanos y yo, rodeando su cama cuando aquél viejo episodio volvió a repetirse….Sin embargo, esta vez papa me dijo:

- Por favor, decile que me deje ir, estoy muy cansado ya….Mientras vos estés en la habitación, no me va a tocar….

Miré a mi hermano y asintió bajando la mirada…Así que empecé a caminar hacia la puerta del cuarto, cuando crucé la entrada escuché aquél sonido conocido del aire abandonando los pulmones…No tuve valor para mirar adentro…

Una voz dulce y marcada con una mezcla de compasión y tristeza me susurró desde algún lado:

- No te enojes conmigo. Me seguís queriendo, no ?       

 

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 08.01.2015.

 
 

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