Aaron Cruz Morales

Acorralado

Mi corazón se aceleraba a cada segundo de una manera tal que sentía que en cualquier momento este podría estallar y salir disparado de mi pecho.
Un horrible sudor corría por mi cuerpo a causa de mis inútiles intentos por escapar, y mis piernas cansadas y adoloridas sentían el ardor de quemadura que el acido láctico que mi cuerpo expedía con cada metro que recorría; pero aun así el miedo y el peligro que a mis espadas acechaba era peor que cualquier dolor o miedo que jamás haya experimentado. Y es así como seguí corriendo.
A cada paso recorrido, la esperanza que un quedaba en mi se desvanecía y con ello mis fuerzas para encontrar una salida de esta endemoniada jungla.
Sabía que esa salvaje bestia solo estaba jugando conmigo; guiándome a una trampa; acorralándome; dejándome indefenso. Como el gato al ratón. Para solo entonces terminar con mi vida; siendo sus garras y afilados dientes lo último que vea en esta vida, y así hacer honor a su apodo: “El Gran Cazador De La Jungla”.
La noche se apoderaba de la jungla; eso significaba que mis posibilidades de escapar ahora eran nulas, y con eso solo le causaría un inmenso placer a esa bestia de disfrutar su juego y así volverme solo una presa más en su vida.
Sus pisadas se escuchabas cada vez más cerca de mi; y a pesar de la densa obscuridad en la me encontraba, su color, naranja recubierto de líneas negras, se hacía presente ante mi visión.
Nada parece funcionar: corro en línea recta; en zigzag; dando vueltas repentinas cambiando de dirección; pero todo es inútil. Este es su territorio, sus dominios, su reino y yo solo soy un raton perdido en un laberinto del que nunca saldré.
Ahora la esperanza se ha esfumado. Al intentar escapar escalando una colina me he tomado con una montaña incapaz de escalar y he tropezado.
Estoy acorralado. Una desesperación e intenso terror se apoderan de mi ser al ver al gran animal acercándose, acechándome, listo para atacar. Y es entonces que mis momentos en este mundo se vuelven cada vez más y más escasos.
Mis piernas débiles y cansadas no pueden sostener mas mi cuerpo y caigo al suelo, moribundo, triste, sin esperanza.
Ahora no tengo miedo. La bestia prepara su ataque mortal. Ya no siento miedo, solo una tristeza profunda al saber que en unos segundos dejaré este mundo, solo, y sin poder ver a aquellos que esta vida me importan.
El enorme animal salta hacia mí, con la única intención de convertirme en su presa, y lo único que puedo hacer ahora es cerrar mis ojos y esperar mi fin. 

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Veröffentlicht auf e-Stories.org am 12.03.2014.

 
 

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